Cientos de migrantes hondureños siguen llegando al paso fronterizo de Guatemala con la intención de ingresar a México para continuar el viaje a Estados Unidos y escapar de la inseguridad y las precarias condiciones de vida.

En pequeños grupos dispersos, los migrantes llegan al parque de Tecún Umán, ciudad guatemalteca fronteriza con México, con pocas pertenencias, algunos en familia o mujeres y hombres sin pareja acompañados de sus hijos.

En su mayoría son hondureños, pero se han unido decenas de salvadoreños que también buscan escapar de la pobreza y la violencia que afecta su país.

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El centro de reunión es el parque central de la localidad y sus alrededores, como el atrio de la iglesia católica, cuyas gradas de cemento son invadidas temporalmente por los centroamericanos que tienen la esperanza de alcanzar el sueño americano, a pesar de no cumplir los requisitos exigidos para entrar en Estados Unidos.

La plaza está ubicada a unos dos kilómetros de distancia del puente divisorio Rodolfo Robles. Al final de la larga construcción se ubica el puesto fronterizo mexicano de Ciudad Hidalgo.

Al llegar a Tecún Umán, los migrantes se enfrentan al dilema de acogerse a un programa mexicano que les permite permanecer un año en ese país, tener trabajo y acceso a la educación y salud o cruzar de forma irregular el paso para continuar la travesía a pie.

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Desde el sábado por la mañana, más de 300 migrantes comenzaron a formar una larga fila para esperar su turno y comenzar a realizar los trámites para permanecer sin complicaciones en territorio mexicano.

Otras decenas se quedaron en el parque donde pasaron la noche a la intemperie, algunos sobre el frío cemento, mientras que otros afortunados durmieron en albergues de la iglesia católica y de la municipalidad local.

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Unas 2.400 migrantes ya completaron los trámites para quedarse en México un año, tiempo en el que podrán intentar llegar hasta el sur de Estados Unidos.

Las autoridades guatemaltecas cerraron durante la noche el portón metálico del puente para evitar una situación similar a la del viernes, cuando cientos de migrantes entraron ilegalmente a México al rechazar su propuesta.

Otros lo hicieron atravesando el río fronterizo Suchiate en balsas hechas con grandes neumáticos.

Todo el proceso se está realizando sin sobresaltos y de forma ordenada en esta población donde no existe inconformidad por la presencia masiva de migrantes, pero que ya no da apoyo con comida y agua como con las dos anteriores caravanas.

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Las movilizaciones en caravanas empezaron el martes pasado en San Pedro Sula, norte de Honduras, un día después emularon la acción grupos de salvadoreños.

Las corrientes migratorias de los últimos meses han provocado duras reacciones de Trump, enfrascado en un debate con la oposición demócrata sobre su plan de construir un muro fronterizo con México.

El debate sobre el muro generó un impasse en la aprobación presupuestaria que provocó el cierre parcial del gobierno estadounidense.

México o Estados Unidos

Aunque la mayoría está dispuesta a esperar varios días para tramitar la tarjeta para permanecer en México, otros la rechazan al indicar que carecen de dinero para comprar alimentos por lo que prefieren continuar su camino hacia Estados Unidos.

"Yo me quedo en México, un amigo que vive en Querétaro ya me ofreció trabajo", comentó el albañil Arturo Castro, quien ya inició las gestiones para obtener el carné.

Castro aseguró que el año pasado solo trabajó tres meses en su área y luego ayudó a vender comida a una hermana, pero eso solo le alcanzaba "para vivir al día".

Sin embargo, abandonaron el negocio porque un grupo de pandilleros los amenazó y exigió una extorsión mensual.

En contraste, el salvadoreño Rubén Aguilar considera que proseguirá su camino sin intentar obtener el permiso, porque su meta es llegar a Estados Unidos donde residen dos hermanas.

"En El Salvador la vida está dura, todo subió de precio y no hay trabajo. No tengo otra opción que dejar mi país y buscar salir adelante en Estados Unidos", relató Aguilar, un agricultor de 42 años, quien no tiene hijos y vivía con sus padres.

Tanto el hondureño como el salvadoreño coinciden en que abandonaron sus países por la violencia y la falta de empleo en sus respectivas naciones a causa de las malas políticas de los gobernantes.

Unos 11 hondureños han muerto en las caravanas anteriores, según las autoridades de Tegucigalpa.

En diciembre, murieron dos niños guatemaltecos en suelo estadounidense mientras se hallaban bajo custodia de la patrulla fronteriza. (I)