“Ojos negros, tez morena, la ciudad de Guayaquil,/ criolla bonita de irisado pensil./ ¡Oh Guayaquil! Respeto tu nombre, fusión de tu sangre,/ vibra el alma que en libertad se expande”. César Alberto Dávila (otavaleño)

De entre los sanos espectáculos y actos masivos de diversión en los que habitualmente participó el vecindario guayaquileño durante las décadas del siglo XX, estuvieron las quermeses dominicales, que dueñas de gran acogida disputaron preferencia con las funciones de los cines, los paseos a orillas del Salado y del Guayas, a los parques del Centenario y Seminario, el Bim Bam Bum, La Macarena y las visitas a Durán y Pascuales, en pos de apetecidos platos criollos.

Empresarios, directores de orquestas y de instituciones porteñas convinieron en ofrecer este tipo de programas, especialmente cada domingo cuando los asiduos danzarines amantes de la música tenían tiempo suficiente para largas jornadas bailables.

Así pues, los aficionados de estos espacios seguían de cerca –por periódicos y radioemisoras– los locales, horarios, valor de las entradas, promociones y orquesta que les asegurarían mayor esparcimiento.

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Gozaron de numerosa asistencia las quermeses del salón Fortich, American Park, Pauli, El Barco, Club de Trabajadores Guayas, Asociación de Empleados de Guayaquil, Sociedad de Carpinteros, Asociación General de Empleados, Sociedad de Vivanderos, Sociedad de Carpinteros, Sociedad Hijos del Trabajo, Centro Social River Oeste y de otros gremios y entidades que acometieron similar actividad recreativa.

Los bailarines o ‘mata baile’ no dejaban para una canción y se divertían a raudales con los compases de acreditados conjuntos y orquestas como Siboney, Mayarí, Blacio Jr. con Walter Cavero, Falconí Jr., Charles y sus estrellas, Los 5 Ases y Lucho Nelson, Los Azules con Max Zum, Los Estudiantes, Los Alegres Vallenatos, Armando Pibe Aráuz con Pepe Salcedo, Lucho Madero con Raúl Rodríguez, Alfonso Romo, Chinchorrín, y otras agrupaciones del momento.

Con la llegada de los disc-jockey mermó la participación de las orquestas y de tales actos; también por el incremento de las discotecas y porque varias instituciones optaron por no ceder sus locales, pues vecinos de malas costumbres comenzaron a implementar algazaras y escándalos que alteraron el ambiente festivo y de paz que era lo característico de estas actividades, que incontables ciudadanos añoran todavía. (I)