Fue otro de los establecimientos de atención al público que, en el campo de las preparaciones gastronómicas populares, logró una mayoritaria preferencia del vecindario porteño y estuvo vigente por largos años después de la segunda mitad del siglo XX. Su propietario, Andrés Lucio, conoció los detalles del negocio y no los descuidó; tal fue su visión empresarial que incorporó con similar éxito su otro restaurante, el Victoria, a la cadena de servicios.