Tras 14 años ininterrumpidos al mando de la Redacción de EL UNIVERSO y 22 en total en este medio, nuestro editor general ha decidido dejar el cargo, el próximo 15 de marzo.

¿Se retira justo antes de sus 50 años?

Nooo, los periodistas verdaderos solo se retiran en el cementerio. Lo que he decidido, al llegar al año de mis 50, es cambiar de rumbo profesional, dejar el diarismo y la noticia caliente, al que les he dedicado al menos 30 años (22 en calidad de jefe), para incursionar en otros múltiples espacios comunicacionales abiertos por la revolución tecnológica, porque ahí donde hay un mar de aplicaciones y un tsunami de datos, falta contenido estructurado y útil.

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¿Lo sedujo entonces el mundo digital?

Me seduce la idea de hacer más y mejor periodismo de verdad, análisis, entrevistas, reportajes, documentales, en las diferentes plataformas existentes que han masificado como nunca antes las audiencias. Volver a los audiovisuales, que hice ya en Ecuavisa 16 años atrás. Incursionar en el periodismo de marca, el auspiciado y desarrollar un sinnúmero de propuestas que hay y que vendrán.

Muchos consideran que eso último no es periodismo, es publicidad

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Hay una delgada línea que no se debe cruzar, lo cual le da mucha complejidad a esas propuestas periodísticas. Y ese es el reto, hacer buen periodismo. Las audiencias son consumidores que antes compraban por actos de fe: el mismo detergente, el pan, la leche, refrescos de la abuela, la bisabuela, la tatarabuela. No preguntaban, compraban porque así debía ser. Hoy los consumidores investigan, leen, verifican, comentan, comparan antes de tomar una decisión de compra. Allí es donde el buen contenido reemplaza a la publicidad engañosa.

Y ese “buen contenido”, ¿cómo piensa seguir haciéndolo desde afuera?

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Me sumo inmediatamente como consultor sénior al equipo de trabajo que lideran en asociación Ronald Córdova, de Buzzec, y Gabriela Sierra, de Granidea, grandes profesionales de la comunicación. Hay muchos proyectos que se irán conociendo paulatinamente.

Se va dejando atrás la ‘década ganada’

‘Ganada’, sin duda, para unos cuantos, que embargaron todo, hasta sus almas, por estar cerca del poder omnímodo, para que les gotee, en unos casos, y les chorree, en otros, un bienestar arrebatado a los ecuatorianos pobres.

Para nosotros los periodistas fue una década penumbrosa, de persecución intelectual y física. Para quienes la vivimos desde dentro de EL UNIVERSO, tenebrosa, cuando un poder de ese tamaño se nos vino de frente como ferrocarril sin frenos a tratar de destruirnos, en el juicio del 2011, con ataques, jueces manipulados, fallos enviados en pendrive, figuras judiciales forzadas como aquella que condenó a la empresa a pagar indemnización, y quizás lo más penoso: colegas que se prestaron para hacernos espionaje dentro de la redacción y que luego fueron, y continúan allí, a trabajar para entidades del gobierno.

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Agradezco infinitamente al equipo que logramos formar en esta redacción, sólido, coherente, valiente, equilibrado, que debió aprender a ser fuente y medio al mismo tiempo, en plena tormenta. Crisis que no hubiésemos podido superar sin el respaldo y liderazgo también valiente de Carlos, César y Nicolás Pérez, con quienes nunca declinamos de hacer periodismo, pese a estar permanentemente en la mira del arma del abuso gubernamental.

Entonces debe haber pensado “una vez superado eso, ahora sí me puedo retirar”

Superado, no sé. La locomotora ahora tiene frenos, pero sigue estando en vigencia, por ejemplo, la Ley de Comunicación que, cual dogal, fabricó a la medida de los verdaderos comunicadores el poder total de Correa.

Lo que usted plantea nada tiene que ver con mi partida. Ya durante el juicio del 2011 el poder intentó que me sacaran y no lo consiguió. Durante 30 años, repito, he vivido la noticia caliente, especialmente política, por ser el área en la que me formé y más me gustó. Miré desde las aulas del Vicente Rocafuerte el desarrollo del gobierno de León Febres-Cordero y registré ya en calidad de periodista los gobiernos de Rodrigo Borja, Sixto Durán-Ballén, Abdalá Bucaram, Rosalía Arteaga, Fabián Alarcón, Jamil Mahuad, Gustavo Noboa, Lucio Gutiérrez, Alfredo Palacio, Rafael Correa y ahora Lenín Moreno, a quien tuve el honor de entrevistar hace pocas semanas con algunos colegas, en Guayaquil. Un honor que no sentía desde aquella entrevista, única concedida a EL UNIVERSO, que al año de posesionado (2008) nos dio a Mónica Almeida y a mí justamente Correa, en ese despacho de Carondelet desde donde pegaba gritos llamando a sus colaboradores y asesores, durante el desarrollo del diálogo. No repetiré el cliché de que “todos los gobiernos son iguales”, porque no es cierto. Sería injusto comparar a algunos de sus antecesores, cordiales personas, con el correato, por ejemplo. Y en todos los regímenes, en mayor o menor escala, con mayor o menor tono, ha habido roces con la prensa. La diferencia es que las tensiones que Noboa resolvía con una “rondita de cachos”, Correa lo hizo con la Ley de Comunicación y la persecución de la Senain.

Seguiré expectante lo que pasa en el país y seguirá siendo materia de mi trabajo profesional porque está inmerso en algunos de los proyectos que desarrollo ahora mismo.

¿Usted se sintió perseguido en esa década del correato?

Veamos tres hechos, de muchos: cuatro exposiciones de mi foto con el calificativo de ‘perverso’ y el pedido a sus seguidores de que me ‘identifiquen’ en la calle que hizo Correa en igual número de sabatinas, en 2012, justo después de que el Diario había publicado una investigación en la cual uno de los principales colaboradores en “podar la mala hierba”, como tildaban a la prensa, aparecía como parte no visible de una empresa de tráileres que tenía el cuantioso contrato de movilización de la urea, dentro de un plan agrícola gubernamental. En esa misma época, un choque insólito, inexplicable, de una moto contra mi puerta, mientras esperaba en mi carro el cambio de la luz de un semáforo, conductor de moto que enseguida trató de lanzarme a los vecinos de la zona en contra por haberlo “atropellado”. O la revisión absoluta e ilegal de mi situación legal, llegando incluso a llamar a mi abogada de la época para ofrecerle dinero a cambio de información. Póngale usted a esos tres hechos el nombre que quiera.

El gobierno de entonces acusó a usted y otros periodistas de ser “la oposición”.

Nunca he militado en política, aunque tengo amigos personales y otros derivados del periodismo, en ese ámbito. Muchos políticos en eso sí son iguales: cuando se les acaban los argumentos y se ven desnudados por una investigación, tratan de empujar al periodista desde las graderías a la cancha de la política para estar de “tú a tú”. Durante 30 años lo intentaron conmigo muchas veces, y fracasaron. Ahora usan ejércitos de troles y algunos resentidos para seguir con una práctica impuesta y perfeccionada por la anterior Secom: el asesinato del prestigio, que es peor que el de verdad.

Lo escucho y dudo más que al inicio de que usted se aleje del fuego noticioso

Jajaja, repito que no lo he dicho ni lo pretendo. Meses atrás, mi exjefe en diario Hoy y querido amigo Diego Cornejo Menacho se retiró para dedicarse a pintar y hasta se fue a vivir a otro país, con justo derecho, después de muchísimas batallas. Yo me voy ahora de Diario EL UNIVERSO, pero a seguir haciendo más periodismo.(I)