Montecristi es una palabra que se repite en cada respuesta que da Jouberth Barberán, de 78 años de edad, cuando se le pregunta sobre los sombreros de paja toquilla que vende en su local en Primero de Mayo y avenida Quito, en Guayaquil.

Este ciudadano de la provincia de Manabí guarda buenos momentos de su vida, la cual –dice– ha rondado entre las finas hebras de paja que ahí produce.

A su actual local llegó hace algunos años, comenta, luego de que el antiguo edificio de la tienda Briz Sánchez, en el centro, fuera vendido. Pero la tradición de fabricar estos artículos la lleva en la sangre: su padre, Carlos Barberán Loor, también vendía sombreros y fue de quien heredó el negocio, que lo estableció en la ciudad hace 80 años.

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Para él lo más importante es la calidad, el acabado único que estos sombreros manabitas tienen, lo que los hace importantes en valor sentimental y económico. “(El sombrero de Montecristi) es paja, es blanco. Es como un reloj si es suizo; yo tengo un Rolex chino, 20 dólares costó, uno fino cuesta 5.000 (dólares). La calidad se nota, no hay que ser técnico”, comenta Barberán.

La elaboración de un sombrero de paja toquilla parece difícil al escuchar el relato de Barberán. “El sombrero llega crudo, como una tela. Nosotros tenemos una máquina para plancharla, ahormarla, darle el acabado totalmente”, indica.

Al seguir sus pasos hasta el lugar donde se encuentra la máquina de la que habla, las teorías se comprueban: un artefacto de más de medio siglo de fabricación, importado desde Estados Unidos, que toma varios minutos en calentarse, nos asegura que cualquiera no puede ser artesano de sombreros de paja toquilla.

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En esta tienda, aunque el cliente se concentre en la historia de que estos sombreros fueron usados por mandatarios de distintos países e intente adentrarse en este recuerdo internacional, las imágenes de culturas precolombinas nos devuelven al sitio de donde salen estos objetos, cuyo fin principal es el proteger del sol, pero que, en algunas ocasiones, sirven de adorno y lujo para la cabeza.

Fotos de Thalía y Luciano Pavarotti adornan las vitrinas del local, como si tratara de un fan; pero la historia es distinta: estos artistas se emocionaron al portar uno de estos artículos. “No Sombreros Barberán, Sombreros Montecristi made in Ecuador”, nos recuerda, destacando una vez más el origen del producto, el cual resalta en cada uno de los artículos.

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Jouberth está a punto de cumplir 80 años y parece revitalizarse cada vez que toca uno de sus productos o los marca con su sello de tinta azul, “que no se sale nunca”, afirma.

Amablemente entrega una copia de una entrevista hecha a su padre en 1986, aquel hombre que inició esta tradición de Guayaquil, la cual le traspasó antes de partir de este mundo.

Él ya piensa en quiénes podrían ser sus sucesores en este legado familiar: sus hijos, pero al igual que en la entrevista de su padre, sobre sus sombreros, él espera que una palabra ronde en la cabeza de sus clientes: “Montecristi”. Y las vista también. (F)

Más datos
Sombreros

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Origen
Carludovica palmata es el nombre de la fibra vegetal de las hojas de palma, también conocida como jipijapa o toquilla. Se cree que desde hace varios siglos se realizan trabajos con este material.

Popularización
En 1906, en su visita al Canal de Panamá, el presidente de Estados Unidos, Theodore Roosevelt, usó uno de estos sombreros, al cual se denominó erróneamente Panama Hat, porque creía que provenían de Panamá. El mediatismo del mandatario popularizó el artículo.