Ocurrió un 21 de julio de 1987. Lo que parecía un encuentro amistoso en una parte de la selva ecuatoriana, en lo que ahora es la provincia de Orellana, se convirtió en una lluvia de lanzas que terminó en matanza de dos religiosos católicos.

Ese día, el obispo español Alejandro Labaka y la religiosa colombiana Inés Arango buscaban salvar al pueblo indígena en aislamiento voluntario Tagaeri, perteneciente al tronco cultural huaorani, de la amenaza de incursión de sus tierras por parte de empresas petroleras.

Publicidad

Ese grupo indígena, que rechazaba todo contacto con la civilización, era considerado beligerante, pero la experiencia del misionero, que dedicó parte de su vida a comprender la cultura y costumbres de pueblos indígenas en Ecuador, lo llevó a tratar de realizar un contacto. 

Alejandro Labaka nació el 19 de abril de 1920 en España y comenzó su vida religiosa a los 17 años. El también nacionalizado ecuatoriano trabajó en la selva amazónica desde 1965 hasta 1987; por 25 años se dedicó al acercamiento con los huaorani y participó de procesos de alfabetización de este grupo indígena. Aprendió su idioma, cultura e historia.

Publicidad

Con el tiempo Labaka tomó la decisión de involucrar misioneras. La madre Inés Arango y tres religiosas se unieron a su labor. Arango, nació el 6 de abril de 1937 en Colombia, llegó a Shushufindi, provincia de Sucumbíos, en 1977. Acompañaba a Labaka durante sus contactos con las tribus.

Hoy se cumplen 30 años del fallecimiento de estos dos religiosos que, frente a la explotación de los recursos naturales de parte de las grandes compañías petroleras, priorizaron la vida de las personas y defendieron sus derechos.

Publicación de Diario EL UNIVERSO del 25 de julio de 1987.

Era la primera ocasión que el misionero español localizaba al clan no contactado y logró conseguir un helicóptero. Junto a la hermana Arango emprendió el viaje hacia el sur de Coca.

Antes de llegar a la choza, el helicóptero dejó a los religiosos aproximadamente a 500 metros de distancia. Ambos acudieron hacia los tagaeri para proceder al contacto. 

De acuerdo a investigaciones, al día siguiente otro misionero y un representante de los petroleros realizaron un sobrevuelo para buscarlos. Desde la aeronave se descubrió los cuerpos lanceados de los religiosos.

El misionero capuchino Miguel Ángel Cabodevilla, durante un reportaje publicado por el cineasta Carlos Andrés Vera, relata este hecho: "Los petroleros dijeron que el helicóptero (que los debía recoger) se perdió (...), no se perdió, sino que simplemente ellos tenían que hacer trasteos y dijeron para qué vamos a gastar 10 minutos de helicóptero, ese es un detallito, simplemente es una muestra más de que a nadie le ha interesado ni los campesinos, ni los indígenas, ni los curitas que estaban con ellos, ni nadie". 

Reportaje del cineasta Carlos Andrés Vera.

Para José Proaño, director para América Latina de la ONG ambientalista Land is Life, los misioneros fueron personas comprometidas con la vida y pueblos. “Para evitar que estos pueblos fueran aniquilados (…) ellos prefirieron estar en el centro de este escenario de violencia, creado por las petroleras, el Estado”, dijo. 

Mientras que Cabodevilla, considera que los personajes se jugaron la vida tratando de solucionar una situación de violencia en la selva. A su juicio, hoy se cumplen "treinta años de olvido".

En cambio, Juan Carlos Andueza, también misionero capuchino, afirma que Labaka quiso hacer de intermediador durante el ataque, pero no contó con el tiempo ni los medios necesarios para el acercamiento.

Actualmente se han encontrado casas y chacras pertenecientes a estos pueblos, que son evidencias de su existencia, pero sus territorios están siendo reducidos por actividades ilícitas de tala, agricultura y explotación petrolera lo que podría ocasionar encuentros violentos, coinciden Proaño, Cabodevilla y Andueza, en diálogo con EL UNIVERSO.

Ante este escenario, Proaño sostiene que se están realizando algunas labores, entre ellas, el trabajo de técnicos, monitoreos locales con la ayuda de huaoranis que han reportado gritos, huellas y objetos abandonados (coronas). 

Sin embargo, afirma al igual que Andueza que hace falta más protección y una decisión seria y comprometida del Estado.

Aunque para Cabodevilla los gobiernos de turno le han dado más importancia a la explotación petrolera: “Las concesiones a los derechos de esos pueblos, anteriores al Estado ecuatoriano y dueños de esa selva, siguen siendo mínimos o nulos”. 

Desde otro ángulo, Proaño, sostiene que el futuro de los pueblos está muy amenazado. “Ojalá que como sociedad racional que pretendemos ser, un Estado plurinacional como lo manda la Constitución, pudiéramos hacer el ejercicio de poder entender que es un momento histórico importante. Y este es un minúsculo grupo que nos está diciendo aquí estamos, ustedes como sociedad dense una oportunidad para nosotros poder estar aquí”, expresó. (I)