Tenía 2 años cuando junto con sus padres, tíos, hermano mayor y primos llegó desde Beirut, Líbano, y se instaló en pleno suburbio de Guayaquil.“Vivía en Guerrero Valenzuela y García Goyena, junto a un brazo del estero. Ahí mis padres se pusieron una tienda para subsistir”, recuerda Denis Dau Karam, el director de la Ciudad Deportiva Carlos Pérez Perasso, quien detalla que cuando la marea subía, su papá pescaba en el estero Salado y los cangrejos “solitos subían hasta la cocina” de su casa.Entre los primeros recuerdos del hombre de 71 años también están los días de fútbol en “las pampas del suburbio”, espacios desocupados donde cuenta que él colocaba los arcos para pelotear con sus amigos y que tiempo después se convirtieron en escuelas, colegios y mercados que hasta hoy existen en la urbe.Ahí empezó ese amor por el deporte que lo ha llevado a ser profesor de gimnasia, preparador físico y a estar a cargo del Campeonato Interbarrial de Fútbol desde 1982, “cada año se congregan unos 20 mil deportistas, antes los interbarriales se jugaban en potreros, canchas, pampas y en escenarios deportivos prestados de la ciudad”, destaca Dau.Desde el 2004, ‘el profe’, como es conocido, está a cargo de la Ciudad Deportiva, el espacio que él declara como su lugar favorito de la urbe que lo acogió y donde ahora organiza el próximo campeonato deportivo que se iniciará en agosto. “Este se ha convertido también en un sitio turístico de Guayaquil”, dice Dau, quien está convencido de que el deporte trae amistad y felicidad.Él describe a la Perla del Pacífico como una ciudad virtuosa; destaca lo comercial, turística y hospitalaria que es con los extranjeros, pero cuando se le pregunta qué extraña del Guayaquil de antaño, su respuesta es clara: la seguridad con que se caminaba por las calles, “antes salía de una fiesta a la 01:00 y podía caminar tranquilamente hasta la casa, ahora eso es impensable”.Al recordar su época de estudiante, sonríe y relata que caminaba cerca de 40 cuadras desde el suburbio hasta el colegio Vicente Rocafuerte con sus compañeros, así ahorraban y se iban a comer un encebollado a la salida de clases.Otra gran añoranza de ese tiempo son los famosos bailes de gala de su colegio y su época como profesor, en la que impartió clases de gimnasia durante 35 años a unos 18 mil vicentinos.Dau rescata que Guayaquil ha avanzado mucho en cuanto a infraestructura turística, eventos y vida cultural en los últimos años. De hecho, él asegura que cada fin de semana, luego de supervisar las jornadas del interbarrial y visitar a la familia, asiste con su esposa al cine o a algún espectáculo.Este declarado ‘guayaquileño de corazón’ ama los helados de carretilla, los prensados y el morocho, típicos postres guayaquileños, pero confiesa que no suele ir a comer a huecas de la ciudad. “Me encantan el moro, el seco de gallina, el tallarín y la bandera, pero eso lo como en mi casa, unas tres veces al año me voy al mercado Caraguay a comer un plato”.Pasear en bote por el río Guayas o por el estero Salado es otro gran recuerdo de su juventud, al igual que las más de 40 procesiones del Cristo del Consuelo a las que asegura haber asistido con su familia.Dau sostiene orgulloso que aunque no nació aquí, se siente un hijo de Guayaquil, “aquí me casé, tuve hijos y he servido al deporte ecuatoriano”.(I)