Dídima Intriago dice estar asustada. Ella vive en la comunidad Los Ranchos de la parroquia Crucita, Portoviejo, su casa está a menos de 3 metros del borde socavado por las olas.

“De noche no duermo, escucho el bramido del mar dando golpes”, relata Intriago, quien construyó su casa hace más de 40 años en una época en la que no había que hacer solicitudes o pedir permisos para asentarse cerca de la playa. Esta mujer de 75 años cree que el mar “se ha comido algunos metros”.

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Los oleajes y aguajes de esta semana en Crucita evidenciaron un debilitamiento en el borde costero de varias comunidades de esta parroquia portovejense, comenta el pescador Manuel Vélez.

Ocho casas, lanchas y otras estructuras están en riesgo.

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Apuntalar más un muro de escolleras es una de las obras urgentes para evitar mayores daños, asegura Yéssica Zambrano, vocal de la junta parroquial de este sector, con quien coincide Julio Celorio, director de Gestión de Riesgos del Municipio de Portoviejo.

Según Celorio, la construcción de viviendas y otro tipo de estructuras se ha hecho con base en la falta de control que en su debido tiempo debieron realizar las autoridades de turno y no descarta la posibilidad de analizar la reubicación de familias según la vulnerabilidad.

Añade que se está a la espera de un comunicado, que debe entregar la SGR, en el que se hacen consideraciones respecto del control sobre la estructuración de bienes cerca del mar.

“Una de las cosas que generalmente se han considerado es que desde la primera berma del mar tiene que haber un retiro al mar de lo que establece la ley de caminos, de 25 metros”, indica Celorio.

Aferrados al lugar
Pedro Intriago y Colón Navarrete, habitantes del sector Puerto Nuevo, puerto pesquero-El Matal del cantón Jama, temen perder sus sembríos de papaya, fréjol y maíz. A pesar del peligro que representa habitar en la zona que ha sido afectada por los fuertes oleajes, prefieren aferrarse al lugar.

Más de un centenar de personas han levantado sus viviendas en la zona declarada como de riesgo, donde el oleaje ha socavado gran parte del malecón del sector en un tramo de más de 1 kilómetro en los sectores Miguelillo y Puerto Nuevo.

En el cantón San Vicente se vive algo parecido. La jefa de Planificación del GAD San Vicente, Jéssica Toala, explica que la Dirección de Planificación municipal no avala la construcción de edificación, pero a pesar de los controles, los moradores no cumplen estas prohibiciones.

Según Toala, últimamente se realizó un recorrido por la zona, donde se notificó a los propietarios de las edificaciones construidas durante los fines de semana o en horas de la noche, para evitar ser observados por las autoridades de control, pero se procederá a sancionar.

En Santa Elena, Juan Antón, jefe de la Unidad de Gestión de Riesgos del GAD provincial y exdirector de la Secretaría de Gestión de Riesgos en la provincia, dice que este cantón “tiene un alto nivel de vulnerabilidad ante oleajes y aguajes tanto en la zona norte como en la zona sur”.

Antón cuenta que “es conocido que el mar ha ganado terreno durante los últimos años, de tal manera que se estima que son aproximadamente 5 metros los que ha avanzado”. Añade que “debido a la corriente de El Niño, el mar aumenta su nivel de 50 a 80 centímetros”.

En tanto, en El Oro, en los extremos norte y sur de la playa de Jambelí, jurisdicción del cantón Santa Rosa, aún se observan los escombros de las viviendas que han colapsado por la arremetida de los oleajes.

La playa de Bajo Alto, en el cantón El Guabo y las orillas del estero Huaylá de la parroquia Puerto Bolívar, también son zonas vulnerables. (I)