En discursos y avisos por televisión, la mandataria Dilma Rousseff advierte que votar por su rival en la segunda vuelta por la presidencia de Brasil, el senador de centro Aécio Neves, significaría volver a las políticas del gobierno de Fernando Henrique Cardoso (1995-2002), miembro del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), como Aécio.

Los ataques que se centran en Cardoso muestran la competencia por la llamada “clase C” de Brasil, los votantes de clase media baja que durante los últimos doce años vieron grandes avances bajo el gobierno del PT, pero que ahora consideran un cambio frustrado por la corrupción, el estancamiento de la economía y la inflación.

Como presidente, Cardoso aprobó reformas de libre mercado que pusieron fin a décadas de inflación desatada y que ayudaron a poner las bases para el auge económico que se vivió luego de su salida del cargo. Cardoso además fue pionero en los programas sociales que frenaron la propagación del sida y que les dieron a los más pobres de Brasil una subvención mensual para mantener a sus hijos en la escuela.

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Pero muchos votantes, especialmente de la clase C, recuerdan su presidencia como un periodo de crisis financiera, en el que el desempleo era de dos dígitos. También fue un tiempo en el que la élite de Brasil dominó las escuelas, el gobierno y otros ámbitos de la sociedad.

“Fuera, fantasmas del pasado”, dice la página oficial de Dilma en Facebook, en un post en el que acusaba a Aécio de “inspirarse” en Cardoso y en el que se enumeraban las impopulares reducciones de gastos y de alzas de impuestos tras una devaluación de la moneda en 1999. Otros comerciales usan la imagen de Cardoso como representante de un grupo privilegiado. Uno de ellos muestra un titular de un diario de hace dos décadas en el que Cardoso llamaba “campesinos” a los brasileños, con una foto de él en la que tenía puesto el traje de gala que usó cuando ingresó en la Academia Brasileña de Lenguas, el año pasado. “Él nunca ocultó su desprecio por los brasileños que no nacieron en cuna de oro”, reza la página de Dilma.

Para Cardoso, la campaña de Dilma busca sacar la atención del complicado presente. “Están desesperados”, indicó. Los asesores de Dilma contestan que es juego limpio. Dicen que hay que tener presente que Aécio y el PSDB aconsejan volver al mismo programa de gasto austero del gobierno y a políticas de libre comercio que, afirman, dejaron vulnerable a Brasil en la década de 1990. “Esto no es historia antigua. Estamos hablando de un modelo que no funcionó y de un hombre que sigue metido en la política de todos los días”, señaló un asesor de campaña de Rousseff.

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Cardoso sigue siendo muy influyente dentro del PSDB. La semana pasada, dirigió las negociaciones con la ambientalista Marina Silva, que llevaron a que la excandidata le diera su apoyo a Neves.

Su legado, además, es un tema emocional, porque captura los debates ideológicos que todavía dominan las políticas de Brasil, como el equilibrio entre crecimiento económico y disciplina fiscal, y si es necesario elegir a uno por sobre el otro.

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Los líderes del partido de Neves creen que si pueden mantener a los votantes concentrados en los recientes problemas económicos y evitan que los ataques al legado de Cardoso los asusten, pueden ampliar la ventaja de Neves entre la Clase C –que sería el grupo demográfico decisivo en esta elección.

El grupo, definido a menudo como aquellos hogares que ganan entre $ 700 y $ 1.800 al mes, representa un 40 % del electorado. Actualmente, están a favor de Neves en una proporción de un 49 % a un 42 %.