El aroma en el ambiente es igual al de cualquier feria de comida criolla. En el aire se mezclan los olores a seco, empanadas o guatita. Y en una de las mesas dispuestas para el evento destaca la atrayente imagen de un cebiche. Pero no todo es lo que parece. El cebiche es de champiñones y palmito, las empanadas y la guatita tienen carne de soya, mientras que el gluten de soya es ingrediente básico del seco.

Se trata del Primer picnic vegano de comida criolla, que reunió el domingo 10 a decenas de personas que hacen de la práctica de no comer animales una filosofía de vida, en la casa de uno de ellos, Patricia Cobeña, en Urdesa Norte.

Abrazada a su perro Dewey, rescatado de un refugio en Canadá, Emmeline Manzur ultima los detalles. Vegana convencida desde el 2007, es la mentalizadora de la reunión gastronómica.

Publicidad

Mientras varios comensales se deshacen en elogios al servirse el seco, así como la guatita y las hayacas que la chef vegana Sara Vélez donó, Emmeline explica que los veganos además de que no consumen la carne de ningún animal, tampoco utilizan en su alimentación leche ni queso ni otros productos que tengan ese origen, como cinturones, carteras o zapatos de cuero animal, porque eso implica su explotación ya que finalmente también se los mata para consumir su carne.

Además de ser punto de reunión de quienes integran la comunidad vegetariana y vegana en Guayaquil, la cita tuvo como fin recaudar fondos para perros y gatos de las familias de Monte Sinaí, a través de la red Trato Ético a los Animales. Por ello, disfrutar de estos platos implicó una donación voluntaria, con un límite mínimo de cinco dólares.

“Son activistas que cada domingo van a esta zona, donde vive gente de escasos recursos económicos que quiere a sus animales como si fueran de la familia, pero no tienen medios para curarlos o mantenerlos”, resalta Emmeline.

Publicidad

“Queremos mostrar que es posible comer de manera típica y sin productos de origen animal, es decir algo preparado sin crueldad y al mismo tiempo delicioso”, afirma.

Pero el cambio total puede ser impactante para algunos. “Yo te puedo apoyar hasta cierto nivel, pero un cebiche tiene que tener mariscos”, afirma en voz baja y entre risas uno de los comensales no veganos, quien, sin embargo, admitió disfrutar la mayoría de los platos ese día.

Publicidad

Poco a poco arriban más personas y con ellas más platos: hamburguesas de zanahoria, arroz moro con champiñones y ajo, y el suchi vegetariano de arroz, mango y tocino vegetal, y con sabor y textura similares al del pescado ocuparon las mesas por poco tiempo.

Fieles a sus creencias, muchos miembros de la comunidad vegana arriban no solo con sus creaciones gastronómicas sino también con sus fieles compañeros, los perros, que de inmediato llenaron el ambiente de ladridos y participaron de su propia y exclusiva reunión.

Las risas invadieron el ambiente cuando Susi, perrita rescatada casi sin vida del estero Salado por los anfitriones, devoró un sándwich vegetariano de tofu y carne de soya que uno de los invitados dejó por unos segundos sin cuidar. Sin embargo, no comió la lechuga, lo que hizo que fuera calificada de “vegana a medias” por los asistentes.

“Es una filosofía de vida, una postura ante los demás de no solo ver por nuestros derechos sino por el de otros seres que también sienten”, señala Sara Vélez de 23 años, propietaria de la pastelería vegana Magdalena’s Bakery, que enfatiza que quien adopta este estilo de vida lo hace por salud o razones éticas como defensa del ambiente o rechazo al maltrato animal.

Publicidad

“Cuando uno adquiere compasión, empatía, consideración moral por las especies que nos acompañan en casa se cuestiona sobre los animales que llevamos al plato. Me costó dejar las carnes blancas, pero pensé que mi perro sufre igual que un pollo, pero para ese pollo no hay consideración moral ni derechos”, indica Emmeline, quien creó en Facebook la cuenta Red de veganos y vegetarianos de Guayaquil.

“No es necesario ser alguien que medite todos los días, ser deportista, tener estilo de vida hippie ni personalidad fashion. No hay estereotipos, somos diversos, simplemente hemos tomado conciencia”, asegura Emmeline, para quien en Ecuador la comunidad vegana crece. Ella era rescatista de animales cuando llegó a Canadá en el 2006 y fue en ese país que un año después se volvió vegetariana.

Aunque no es vegana, Patricia Alvarado, directora de talento humano en una multinacional, tiene más tiempo, unos 15 años, siendo vegetariana. “Nos diferenciamos en que tomamos leche y derivados de huevo, pero nos une el respeto a la vida, en este caso la de nuestros hermanos animales”, dice.

“Quien tiene un refugio o está contra el maltrato animal o las corridas de toros debe ser congruente con su estilo de vida. No puede tener pena si matan a un perrito y comer una vaca”, asegura.

A su vez, Patricia Cobeña, guayaquileña que vivió siete años en China, donde obtuvo una maestría en Relaciones Internacionales, reconoce que su cambio para ser vegetariana ha sido paulatino durante más de una década. La razón es mantener su salud.

“En mi familia hay una incidencia muy grande de cáncer y lo primero que le dijeron a mi abuelito cuando le detectaron el mal fue que deje de consumir carne. Luego sumé una razón ética, pues la ganadería es una de las principales causas de contaminación por dióxido de carbono”, indica.

“Estoy en proceso de ser vegana, no consumo leche ni yogur y los sustituyo con leche de almendras o de arroz”, añade Patricia, anfitriona de la reunión, mientras juega con Golán, Pinky y Susi, perros rescatados que viven con ella y sus padres.

100
Animales al año es el numero que expertos han determinado que se salvan si una persona se vuelve vegana.

268
Dólares fue el total recaudado en el picnic vegano como ayuda a mascotas de las familias de Monte Sinaí.

La producción de carnes es la segunda causa de gases de efecto invernadero del Ecuador. No puedo decir que me gusta proteger el medioambiente si lo daño al consumir carne”.Patricia Cobeña