Cipriano Quillay, de 60 años, lloró toda la madrugada sobre el brillante féretro de madera que luego de más de 12 horas de viaje por avión y en carro, desde Ciudad Juárez, en México, llegó pasadas las 22:00 del sábado pasado a la comuna Molinoguayco, en El Rosario, cantón El Tambo, provincia de Cañar.

Allí se encontraban los restos de J.A., su nieta de 12 años, a quien tenía a su cargo desde hace una década y murió en circunstancias aún no esclarecidas, en México, en su intento por llegar en un supuesto viaje clandestino a Estados Unidos, donde se encontraría con sus padres, quienes residen en ese país sin documentación legal.

El pasado 7 de marzo J.A. llegó al albergue La Esperanza, en Ciudad Juárez, pero el 11 de ese mes su cuerpo fue hallado sin vida en uno de los baños de la casa asistencial que se encarga de niños en tránsito ilegal de entre 8 y 10 años, aunque la fallecida tenía 12.

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El 15 del mismo mes, cuando Cipriano se enteró de la muerte de la pequeña por una llamada de sus padres, en una minga con su esposa y vecinos, empezó a construir una cocina con paredes de lodo y carrizo y hace dos semanas despostó una vaca, como es la costumbre indígena, pues creyó que el cadáver de su nieta llegaría en esos días.

“Pero siento que me engañaron. Llegué a pensar, inclusive, que no llegaría nunca porque sabemos que hay como siete tambeños más que fallecieron en viaje a EE.UU. y sus cadáveres no llegan desde hace más de seis meses”, dijo en una mezcla de quichua (su lengua madre) y español.

Desde muy temprano, los vecinos y familiares empezaron a llegar ayer para continuar con la velación del féretro y cumplir con la tradición de velar un día completo para luego proceder con el entierro previsto para esta tarde.

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Con llanto, Cipriano reclama información sobre las circunstancias de la muerte de su nieta. “Queremos que las autoridades nos ayuden a saber qué pasó, pero también que nos ayuden a tener mejor vida porque la pobreza obliga a nuestros hijos a seguir saliendo del país”, dijo.

Luis Zaruma, dirigente de la comuna Molinoguayco, aseguró que para contar con dinero los moradores del sector venden sus tierras, pero que cada vez tienen menos terrenos para cultivar y criar animales. “Ya nadie sobrevive con este trabajo, laboramos hasta ocho meses para ganar $ 300 o $ 400”.

No sabemos nada y esto no puede quedar así (con respecto a la muerte de su nieta). Queremos que las autoridades nos ayuden a saber qué pasó”.Cipriano Quillay, abuelo de la menor fallecida