“Hoy solo quiero huir”, dice Cecilia Peña, de 73 años, y aprieta sus manos y ojos levemente. El pasado jueves recordaba que su hija, Ximena Landívar, ese día debía cumplir 52 años, pero su desaparición como la de otros 59 pasajeros ha sido un misterio desde el 15 de agosto de 1976 cuando el avión de Saeta, en el que se transportaba, se accidentó en el Chimborazo.