Entrevista con Alberto Benegas Lynch, presidente del Consejo Académico de la fundación Libertad y Progreso de Argentina. El fascismo significa que el poder político permite que la propiedad esté en manos privadas pero usa y dispone el gobierno.

Las protestas en Venezuela sacaron a relucir las etiquetas de fascista y nazifascista de parte del gobierno y la oposición, ¿qué implicaría hoy la concepción de fascismo?

El fascismo significa que el poder político permite que la propiedad esté en manos privadas pero usa y dispone el gobierno. El comunismo, que comparte la misma visión totalitaria de ataque a la institución de la propiedad, es más sincero puesto que directamente usa y dispone sin disfraces. En nuestro mundo estamos rodeados de manifestaciones fascistas: los aparatos estatales en la práctica manejan el flujo de fondos de las empresas, de este modo cualquier problema les pueden endosar la culpa, al tiempo que van debilitando las bases de la sociedad abierta. La educación constituye un buen ejemplo. Las entidades privadas están privadas de toda independencia puesto que las pautas de textos y estructuras curriculares son dictadas por burócratas.

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La premisa del fascismo fue el ‘todo en el Estado’, ¿esto se podría enmarcar en un modelo estatista más allá de derechas o izquierdas?

Exactamente, incluso las llamadas izquierdas han variado su posición original: al sentarse a la izquierda del rey antes de la contrarrevolución francesa se oponían al abuso del poder, lo cual han venido haciendo, patrocinando las botas, que son la expresión de la fuerza, arrasando los derechos individuales en nombre de una democracia inexistente puesto que no se respetan a las minorías.

Hay quienes comparan al socialismo del siglo XXI con el fascismo, ¿tiene esos rasgos?

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Definitivamente, el mamarracho de esa etiqueta fue fabricada para volver a la carga y ocultar los desquicios creados por el socialismo en todos lados y, especialmente, para disfrazar el derrumbe del Muro de la Vergüenza en Berlín. Todo esto perjudica a todos, muy especialmente a los más necesitados que son burlados por la oligarquía política que se enriquece con latrocinios cubiertos por la manía de la reelección al efecto de enmascarar la impunidad.