Con un cepillo de carpintero, Ricardo Rodríguez Soriano, de 69 años, saca unas cuantas virutas de una madera de guachapelí en su taller de fabricación de canoas, en las calles La Paz y 24 de Mayo, en Samborondón.

Esa actividad la aprendió desde los 8 años. “Veía siempre a mi padre (Salomón Rodríguez +) cómo trabajaba en su taller, asimismo reparando o elaborando canoas y desde pequeños él nos involucró en esta actividad”, recuerda Ricardo, más conocido en Samborondón como el Ñato.

Con orgullo expresa que lleva más de sesenta años dedicado a esa labor. Una canoa de 17 varas (cada vara tiene 84 centímetros) la termina en una semana.

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“A mí me traen la madera de guachapelí lista para armar la embarcación nomás, y eso es rápido, dependiendo del tamaño, uno la termina en dos días o hasta una semana”.

Sus sobrinos lo ayudan cada día en la construcción de canoas. “¿Puede creer que a ninguno de mis (cuatro) hijos le gustó seguir esta profesión?”, se cuestiona Ricardo, quien hace una pausa y expresa entristecido: “¡Ni a mis nietos!”.

Dice que la familia Rodríguez es muy conocida en el cantón por la elaboración de canoas y esa fama la empezó a forjar un tío suyo llamado Jerónimo Rodríguez (+). “Él tenía un taller muy grande hace años, en el malecón de Samborondón, ahí él trabajaba con unas treinta personas, yo también trabajé con él y de ahí salieron algunas familias carpinteras, porque son pocas las personas que se dedican a esta actividad”.

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A raíz de que su tío falleció, “se murió el taller”, manifiesta. Añade que de ahí también surgieron otros talleres de reparación y construcción de embarcaciones como la familia Avelino o los Macías, al otro lado del río.

Afuera de su taller, que es esquinero, se pueden observar naves de diferentes tamaños. Algunas ya pintadas, cuyos dueños no las han ido a retirar y otras aún peladas, dispuestas a ser reparadas.

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El suelo está lleno de virutas y el ambiente huele a guachapelí fresco, madera que se usa para construir canoas, puesto que puede durar más de veinte años, según Ricardo.

Adentro del taller, el Ñato tiene sus herramientas, pinturas y materiales que utiliza a diario para la reparación de las canoas.

Cumplido con su labor
Las canas son sinónimo de sabiduría, respeto y responsabilidad con su labor.

Marcos Rodríguez Crespo, de 39 años y sobrino de Ricardo, describe a su tío como una persona cumplida y muy seria en su trabajo.

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“Mi tío es muy cumplido con su labor, si un cliente le dice para tal fecha quiero que esté lista una canoa, pues él se la tiene lista con anticipación, así él se ha ganado el respeto de las personas”, manifiesta Marcos, quien también ayuda a su tío y se dedica a la carpintería naval.

“Con mi papá teníamos que estar todo el día en el taller con él, si no nos daba un garrotazo, era bravo mi papá, pero todos trabajábamos con él porque era bien estricto, y así aprendimos”, indica Ricardo, que es el canoero más antiguo de Samborondón.

El Ñato se describe como un samborondeño de cepa, él ha visto la transformación y embellecimiento del cantón.

Recuerda que en la época de la presidencia de León Febres-Cordero “teníamos bastante trabajo porque nos mandaban a hacer canoas para las camaroneras, ahora las hacen de fibra de vidrio y a la semana solo hacemos una o dos”.

Es hincha del Barcelona Sporting Club pese a que su color favorito es el rojo. Cierra los ojos de gusto al manifestar que le fascina el sancocho de bagre y la cazuela. “Seguiré trabajando hasta cuando ya no pueda más y me muera”, finaliza.

Dicen de él Trabajar con mi tío es un goce, porque es muy bromista y alegre. Toda la vida ha sido cumplido con su trabajo”.Marcos Rodríguez Crespo Sobrino de Ricardo