Cuando la tragedia parecía inminente y la muerte acechaba a miles de animales cercados por el hielo… la música clásica hizo el milagro. Sacó lo mejor de su magia para salvar la vida de esas especies en el Ártico.
Del sorprendente momento hace ya 40 años. Hoy, les contamos la historia de un pueblo unido para que la vida ganara en ese espacio gélido y el de una valiente tripulación. La del rompehielos que marcó el renacer de más de 2 mil belugas.
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Los hechos, de corte dramático, se presentaron en la península de Chukotka, “donde un brusco cambio meteorológico bloqueó con un muro de varios kilómetros los accesos naturales al mar”.
Señalan en El Confidencial que una manada de belugas quedó atrapada, “incapaz de recorrer esa distancia sin agotarse, se enfrentaba a un destino fatal por falta de oxígeno”.
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Chukotka o Chukchi es una península que constituye el extremo nororiental de Siberia, de Rusia y del continente asiático. Indican en EcuRed que administrativamente, la península es parte del distrito autónomo de Chukotka de la Federación de Rusia.
Allí en 1985, un cambio en el clima había formado un grueso bloque de hielo de 4 kilómetros (2,5 millas) que se interponía entre los respiraderos de las ballenas y el océano abierto, narran también en IFL Science.
Preocupación por miles de belugas
La situación que atrasaban las belugas alarmó, consternó, a la población. “Esta esperaba un milagro”.
Mientras llegaba ayuda profesional, los residentes se abocaron a alimentar a los animales “con pescado congelado” y en lucha contra el tiempo buscaban “crear respiraderos excavando en el hielo”.
Sin embargo, detalla IFL Science que “con la llegada del invierno y el empeoramiento de las condiciones, esta opción desaparecería”.
Lo peor, y lo que muchos se negaban a pensar, era que las ballenas terminaran muriendo y quedaran bajo una gruesa capa de hielo.
El rompehielos Moskva
La ayuda profesional era la última y real carta de salvación para las especies marinas.
Llegó, finalmente, el rompehielos, de la época de la Unión Soviética, llamado Moskva.
Estaba considerado uno de los más potentes de su tiempo, indican en El Confidencial.
La situación era tan grave que entre los primeros en mostrar que los hechos lo superaban estuvo el capitán.
Divulgan en El Confidencias que “el capitán llegó a suspender la misión ante la magnitud del desafío”.
Sin embargo, “la tripulación se negó a abandonar y recibió apoyo de helicópteros que lanzaban peces a la superficie para nutrir a las belugas, ya debilitadas”.
El poder de la música
El rompehielos Moskva se abría paso para animar a las belugas a recorrerlo y salir de ese atolladero, pero el resultado no se concretaba. El medio señala que las especies estaban “agotadas, desorientadas”.
La tripulación probó todo lo que tenía a su alcance. Bendita la hora en la que alguien asomó la idea de “emplear el sistema de sonido del barco para transmitir melodías, capaces de atraer a los animales hacia la ruta de escape”.
Así fue como en el ambiente gélido comenzó a escucharse varios estilos musicales. Los primeros no fueron atendidos por las belugas… hasta que sonaron “composiciones clásicas” y cambió el curso de la historia.
Poco a poco la escena se fue volviendo milagrosa: “Los cetáceos comenzaron a acercarse al rompehielos”.
Listo. Lo lograron. Al seguir el trayecto dejado por Moskva, las belugas se salvaron de la muerte.
La operación de rescate habría costado unos 200.000 dólares.
Más de cien ballenas beluga atrapadas por el hielo en el mar de Bering
Publica IFL Science que “se cree que alrededor de 2.000 animales finalmente lograron regresar a mar abierto a finales de febrero de ese mismo año”.
¿Qué te parece esta historia? ¿te recuerda un poco, distanciando los escenarios, a la del Flautista de Hamelín? En ambas, la música fue la clave. (I)