“¿Por qué una revista de moda no puede hablar de lo que está pasando?”, se cuestiona la fallecida editora de Vogue Italia, Franca Sozanni, en el documental producido por su hijo, Francesco Carrozzini, poco antes de la muerte de su madre, en 2016. En la producción que puede verse en Netflix, Franca repasa, gracias a las preguntas de su hijo (cuya voz se escucha en varias escenas), sus portadas y ediciones más icónicas y cómo se mantuvo firme durante 28 años en su visión de reinventar la autoridad creativa de la publicación con la ayuda de un gran equipo de fotógrafos que la trasladaron (y a sus lectores) a cientos de curiosos universos a través de sus producciones. Su verdadero talento como editora, afirma, fue descubrir el talento en otros.

De acuerdo con The New York Times, Franca redefinió el trabajo de una editora como una de activista, lidiando con temas como raza, violencia doméstica, cirugía plástica, adicción a las drogas y los derrames de petróleo. ¡Y lo hizo a lo grande! porque según decía, los sueños debían ser grandiosos, no se puede ser egoísta con los sueños y fantasías.

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“A la gente no siempre le gustó. Los anunciantes estaban nerviosos; su jefe de entonces, Jonathan Newhouse, director ejecutivo de Condé Nast International, consideró una vez despedirla. Pero ella creía que la moda, una industria a menudo descartada como frívola, no solo debería tener un lugar en la mesa política, sino que lo merece”, publicó este medio en 2016.

Franca decidió que, mientras ella estuviera a la cabeza de la revista, hablar de moda sería también hablar sobre la vida. ¿Qué habría publicado hoy sobre la pandemia? ¿Sobre las elecciones en Estados Unidos? ¿Sobre el aislamiento y la cuarentena en Europa? Seguir esa mirada arriesgada podría haber sido una gran carga para cualquiera que la sucediera, pero el actual editor en jefe, Emanuele Farneti, parece seguirle el paso. Su edición de enero 2020 se publicó sin fotografías, como una muestra de respeto al medioambiente. En su lugar contrató ilustradores para mostrar las prendas sin tener que fotografiarlas.

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En su carta a los lectores, Farneti describió todo lo que se necesita para que una edición de su revista (como ejemplo se basó en el número de septiembre, tradicionalmente grande) presente fotografías originales en sus páginas: “Ciento cincuenta personas participan. Se ocupan veinte vuelos y más o menos una decena de viajes en tren. Cuarenta autos a la espera de dar servicio. Sesenta entregas de paquetería internacional. Luces encendidas al menos diez horas sin parar, en parte gracias a generadores que funcionan con gasolina. Alimentos de cáterin que se desperdician. Plástico para envolver las prendas. Electricidad para cargar cámaras…”, dijo. El dinero no invertido en toda esa logística fue donado a instituciones culturales italianas.

Una de sus primeras decisiones atrevidas, al estilo inolvidable de Franca Sozzani.