Maudie: Cuando las limitaciones no te paralizan

La artritis es una asesina silenciosa, hace de las suyas en el cuerpo de quien la padece, que ve cómo su cuerpo se va deformando, se va deteriorando. Unos se resignan porque no les queda de otra, otros luchan, tratan de combatir la enfermedad a pesar de lo doloroso que pueda ser. Una envidiable mujer cae en el segundo grupo; ella se llamaba Maud Dowley, una canadiense que estaba condenada por una cruel artritis reumatoide desde su adolescencia. Ella fue testigo de cómo sus pequeñas manos, piernas y espalda se iban deformando. Muchos la rechazaron, incluyendo su familia, porque creía que sus inevitables rasgos no le permitirían encajar en el entorno social.Pero la existencia de Maud era iluminada por una amplia sonrisa que la dibujaba ante las mezquindades humanas. Esta historia se desprende de Maudie, el color de la vida (2016), película dirigida por la irlandesa Aisling Walsh, quien relata un conmovedor retrato de quien fue una de las artistas canadienses más destacadas de su país.“No soy una lisiada, solo camino diferente”, dice Maudie en la película. La actriz inglesa Sally Hawkins, recordada especialmente por La forma del agua (2017), es la encargada de dar vida a la artista. Ella logra captar el afán de su personaje, quien busca sobre todo un deseo de independencia, tanto que renuncia a quedarse con su tía y prefiere, gracias a un aviso de trabajo, alejarse y llegar hasta la puerta de Everett (Ethan Hawke), un solterón huraño con quien nacería un improbable romance. Al inicio, él dudaba en contratarla porque necesitaba a alguien que le ayude a cuidar de su casa, que cocine, que limpie. Pero Maudie es obstinada y al poco tiempo logra quedarse en la cabaña, levantando así los dañinos e injustos rumores de todo el pueblo, incluyendo los de su tía.Entre Maudie y su patrón se va forjando una relación extraña, llena de vejámenes por parte de él, pero ella se refugia en su arte. En el proceso, Maudie se da cuenta de que debe dedicarse a las tareas por las que fue contratada, pero no logra alejarse de lo que más le gusta: pintar. De pronto, las paredes de la pequeña casa se empiezan a llenar de garabatos que luego son llevados a lienzos. Cabe destacar que la relación entre ambos ayudará también a convertirla en una famosa artista popular.Everett Lewis era un vendedor ambulante de pescado, de poca instrucción y muy callado. Él vivía en una pequeña casa de madera de doce metros cuadrados con un altillo donde solo había una cama. No había electricidad y ni vecinos cercanos en la entonces solitaria comarca de Marshalltow. Un desolado paraje que, en invierno, la nieve tapaba todo.“La directora me envió por correo electrónico una foto de Maud Lewis, más tarde en su vida, en su rincón con su pequeña mesa de pintura y junto a la ventana por la que miraba y tenía una sonrisa increíble y ojos brillantes. Y luego, hubo algunas muestras de su trabajo. Inmediatamente dije: ‘Sí, ¿quién es ella? ¡Es increíble y hermosa!’. Y luego, aprendí más y más sobre ella, y surgió este hermoso guion. Ella existió. No es que se sepa mucho sobre los detalles íntimos, así que se tomaron una licencia artística con eso, pero me enamoré de eso”, dijo Hawkins en una entrevista de 2017 a través del portal collider.com. En la vida real Maudie le decían por cariño. Ella pasó pocos años en las aulas: el acoso fue despiadado. Fue notoria la crueldad sin límite de los niños, pero esa crueldad no fue menor en su familia. John Dowley y Agnes Germain, sus padres, murieron en 1935, su hermano Charles vendió la casa paterna, y el desamparo la empujó a vivir con su tía Ida, que no era un ángel de bondad: le arrebató su único hijo, lo vendió a una familia vecina, y le dijo a Maudie que el bebé nació deformado y murió a las pocas horas.Sally Hawkins se refiere al arte de Maud Lewis. “Lo que obtienes de ellos (las pinturas) es una verdadera alegría. Su espíritu sale a través de ellos. Hay un ingenio y un humor que se manifiestan y te dan ganas de sonreír. Mucha gente ama su arte porque es muy honesto. Está desprovisto de pretensión. No puedo dejar de mirarlos. Los he mirado, largo y tendido durante muchas horas. Encontré una gran excusa para adentrarme en su arte y recrearlo. El pincel que usé para personificarla me significó también una inspiración, tanta que hasta recreé mucho de su arte solo para mí. Empecé con Three Black Cats y me encantó hacer eso. Simplemente tuve suerte con el teatro, pero el arte es una gran parte de mi vida. Saco mucho de eso. Amo el arte popular porque es muy honesto”.Desde pequeña tuvo la influencia de su madre. Ella le enseñó a pintar con acuarela y sus primeros trabajos fueron coloridas tarjetas de Navidad que vendía por 25 centavos. El arte y el negocio crecieron gracias también al cambio de actitud de Everett, tanto que ya no le avergonzaba salir con Maud. Ella aprovechó los recorridos a bordo de una carreta empujada por Everett; el mundo de Maud se amplió y en cada salida encontró muchos motivos folk, como preludio del naïf, para pintar: paisajes, hojas, flores, animales, barcos, trineos, patinadores de hielo. Captó todo lo que sus ojos alcanzaban a ver. (A. C. J.)

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