Fernando Balseca, especial para La Revista
Boris Pasternak (1890-1960) provenía de una culta familia moscovita, cuyo ambiente hogareño, de niño, posibilitó que León Tolstói lo sentara en su regazo. Músicos, pintores e historiadores desfilaron por su casa.

En 1912, Pasternak –que había estudiado filosofía en la Universidad de Moscú– continuó su formación en la Universidad de Marburgo (1912), en Alemania, porque la intelligentsia rusa valoraba el pensamiento occidental. En 1923 intentó vivir en Berlín, pero se sintió fuera de casa.

A principios de los años veinte la familia se separa: los padres y las dos hijas dejan Moscú, pero los dos hermanos varones se quedan. Pasternak no creía, al comienzo, que los bolcheviques eran peligrosos; más bien, vio en la revolución un ideal de justicia que podría tener repercusiones mundiales.

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La música de una revolución desentonada

El poeta Alexandr Blok, amigo de Boris, declamaba: “¡Escuchen, escuchen la música de la revolución!”. De modo que Pasternak en los años veinte publicaba su poesía, participaba en recitales, discusiones y grupos literarios. Sus libros más célebres de poesía son de esa época: Mi hermana la vida (1922), Temas y variaciones (1923) y Alta enfermedad (1924).

Me he convertido en una partícula de mi tiempo y del Estado, cuyos intereses se han convertido en los míos”.

Pero, a principios de los años treinta, al cambiar drásticamente en la Unión Soviética el clima cultural y social, Pasternak se va decepcionando de la revolución porque esta genera más hambre y miseria. A su padre en una carta le comenta: “Me he convertido en una partícula de mi tiempo y del Estado, cuyos intereses se han convertido en los míos”.

Espiritualmente se siente ajeno al sistema que lo rodea y que coarta su libertad y la de la sociedad. A Pasternak la revolución se le ha revelado como una sangrienta opereta, con mediocres en el Gobierno que practican una violencia cruel, creyéndose dueños del destino de las personas. Y entonces, como dice Tzvetan Todorov, Pasternak se convirtió en un insumiso, entendiendo que “es posible no someterse, y la virtud moral puede convertirse en un acto político”.

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Valentía frente a un poder despiadado

En los tiempos de Pasternak se suicidaron Vladimir Mayakovski, Serguéi Esenin y Marina Tsvietáieva, y fueron desaparecidos en campos de concentración o fusilados Isaak Bábel, Boris Pilniak, Ósip Mandelstam y Vsevólov Meyerhold: todos escritores y artistas con obras trascendentes.

Pasternak mantuvo una relación ambigua con el déspota Stalin, quien consideraba que los poemas de aquel eran inofensivos. Incluso Boris pudo conseguir una casa en una aldea de escritores cerca de Moscú y un piso en el centro de la capital.

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Pasternak nunca perteneció a los poetas desenfrenadamente aduladores de Stalin; nunca se doblegó ante el culto oficial ni ante los rituales; nunca sacrificó su honor de escritor para complacer a los vigilantes del poder”.

Según Iván Tolstói, autor de La novela blanqueada: ‘El doctor Zhivago’ entre el KGB y la CIA (2009), “Pasternak nunca perteneció a los poetas desenfrenadamente aduladores de Stalin; nunca se doblegó ante el culto oficial ni ante los rituales; nunca sacrificó su honor de escritor para complacer a los vigilantes del poder”. Fue increíble cómo pudo mantenerse disidente y defender la individualidad creadora. Es cierto que su poesía era un escape –y no un ataque– de la tiranía, pero su resistencia pasiva evidencia una gran valentía intelectual.

Despreciado por el poder político y por los intelectuales lacayos del bolchevismo, Pasternak sobrevivió gracias a que tradujo al ruso obras de escritores ucranianos y de Rainer Maria Rilke, Paul Verlaine y Shakespeare, entre otros.

Pasternak es Zhivago y viceversa

La vida sentimental de Pasternak fue muy complicada. Boris estaba casado desde 1930 con Zinaída cuando conoció en 1946 a Olga Ivínskaya, admiradora de la poesía de Pasternak, quien se convertiría en su amante y en su gran amor hasta el final de sus días.

Como el poder soviético no podía doblegar moralmente a Pasternak –que se manifestaba en contra de las campañas ideológicas oficiales, se negaba a firmar apoyos para la muerte de tal militar o intelectual, y defendía abiertamente a sus amigos perseguidos–, Olga fue detenida, interrogada y acusada de acciones antipatrióticas, por lo que fue enviada –estando embarazada de Boris– a un campo de concentración, del que solo salió después de la muerte de Stalin.

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La novela de Lara Prescott, Los secretos que guardamos (2019), está basada en la relación de Boris con Olga, quien se convirtió en la musa para el personaje Lara, la heroína de El doctor Zhivago. También el libro de Anna Pasternak –nieta de Josephine Pasternak, hermana menor del escritor–, Lara: la historia de amor no contada y la inspiración para ‘El doctor Zhivago’ (2016), ofrece perspectivas novedosas para asomarnos al tormentoso amor entre ellos.

¿Gran libro y mala novela?

Esta es la pregunta que se hace el crítico literario Christopher Domínguez Michael sobre El doctor Zhivago, una de las novelas más exitosas del siglo, que apareció primero traducida al italiano en 1957. En 1958 a Pasternak le otorgaron el Premio Nobel de Literatura, pero, amenazado por las autoridades de su tierra natal, no pudo aceptarlo.
El doctor Zhivago tiene admiradores y detractores. El novelista Vladimir Nabokov consideraba bolchevique la novela: “Política aparte, para mí el libro es una triste cosa, desmañado, trivial y melodramático, con situaciones estereotipadas, abogados voluptuosos, muchachas inverosímiles y coincidencias trilladas”.

Aunque marcado por el melodrama, El doctor Zhivago es una de las grandes novelas del siglo XX. A la vez, es un doloroso proceso del autor para ajustar cuentas con el fracaso revolucionario y consigo mismo; es el relato de un amor prohibido, desdichado e imposible que desatan el adulterio, la infidelidad y el abandono de la familia; es una crítica al totalitarismo brutal del golpe de Estado de octubre de 1917 que liquidó la revolución democrática de febrero; es un delicado tratado sobre la función del arte en la vida…

El arte, incluida la tragedia, es el relato de la felicidad de existir”.

Según Zhivago, es “un libro autobiográfico en el que incluiría, como cargas explosivas ocultas, las cosas más sorprendentes que había visto y pensado”. El doctor Zhivago es una novela memorable de un autor que –de nuevo en palabras de su personaje– consideraba que “el arte, incluida la tragedia, es el relato de la felicidad de existir”. La vida y la obra de Pasternak son un canto a las libertades artísticas y civiles en medio de una abierta ruptura con el poder irracional.

Zhivago en Ecuador

Solo desde 2010 se cuenta en español con una traducción directa del ruso de El doctor Zhivago: es la cuidada versión de la barcelonesa Marta Rebón, publicada por Galaxia Gutenberg que, curiosamente, fue realizada durante una estancia de trece meses en Ecuador, experiencia que Rebón cuenta en su libro En la ciudad líquida: derivas, interiores y exilios (2017).

En cuanto a El doctor Zhivago, lo traduje mientras vivía en Quito. Era curioso compaginar la estepa siberiana con las latitudes tropicales del Ecuador. Tuve la impresión de conectar con su prosa cristalina, exuberante y sinestésica, es bueno cuando tienes esa sensación”.

En una entrevista, Rebón dijo: “En cuanto a El doctor Zhivago, lo traduje mientras vivía en Quito. Era curioso compaginar la estepa siberiana con las latitudes tropicales del Ecuador. Tuve la impresión de conectar con su prosa cristalina, exuberante y sinestésica, es bueno cuando tienes esa sensación”.

La versión de Rebón se basa en la labor que Evgueni Pasternak, primogénito del escritor, culminó en 2004 y estableció el texto definitivo debido a que existían diferentes mecanuscritos de la novela.

Película con cinco Óscares

La historia de Boris Pasternak fue adaptada como un largo filme de 3 horas y 17 minutos de duración, estrenado en 1965 bajo la dirección de David Lean, quien ya había triunfado con Lawrence de Arabia (1962).

Los protagonistas se inspiran en el propio Pasternak y en Olga Ivínskaya, quien fue su amante, secretaria, agente y leal defensora. En la producción cinematográfica el actor egipcio Omar Sharif es Yuri Zhivago, el doctor y poeta, y la británica Julie Christie interpreta a Lara, la enfermera. También participaron Geraldine Chaplin y Alec Guinness (como esposa y hermano de Yuri).

La película, considerada una de las mejores de todos los tiempos, estuvo nominada a diez premios Óscar, de los cuales ganó cinco: mejor guion basado en material de otro medio, mejor fotografía, mejor dirección de arte, mejor diseño de vestuario y mejor banda sonora. Esta última, obra de Maurice Jarre, fue usada por muchos años para la colilla de presentación de Ecuavisa.

Gran parte del largometraje se rodó en España, concretamente en Madrid, Soria y Salamanca.