La serie original fue escrita por Perla Farías (Juana la Virgen, Venezuela); sin embargo, hoy hablaremos de la versión en inglés que ha sido nominada y ganadora de una gran cantidad de premios. La verdad es que siempre me es refrescante ver a latinos como protagonistas en series gringas, y Jane the Virgin lo hace con toda la pasión y alegría que nos hace justicia.

La novela es una inyección de adrenalina desde el primer episodio, donde después de haberse cuidado la virginidad toda su vida y teniendo una relación estable con un enamorado que ama, Jane es embarazada artificialmente y queda envuelta en el sórdido y peligroso mundo del papá no deseado.

Normalmente, un personaje de tantos buenos atributos como Jane y casi sin fallas de carácter me parecería aburrido, pero la verdad es que le lanzan tantas cosas de una manera tan cruel y tan rápido, que no hay cómo no agarrarle cariño cuando la vemos remangarse los planes mejor calculados y resolver todo a sudor de frente y tinta digital (¿mencioné que quiere ser escritora?). En realidad, una persona menos efectiva que la protagonista se habría tomado dos temporadas lidiando con los eventos de los primeros tres episodios y con la mitad del carisma de Gina Rodríguez.

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El trío amoroso logra explorar el potencial de cada ángulo de manera muy satisfactoria, y cuando crees que sabes cómo quieres que termine te dan una nueva sorpresa. Justin Valdoni y Brett Dier dan vida a estas opciones románticas con las que nuestra protagonista contiende.

La historia genuinamente logra ese viaje de crecimiento de vida con el personaje, donde a pesar de lo bombástico se siente lo real. La verdad eso no solo es cierto con Jane, sino con todos a quienes seguimos desde la primera temporada.

La serie logra mantener las olas de absurdo en la cantidad justa para conectar correctamente la composición y mantener la parodia al género de telenovela que solo se puede hacer exitosamente cuando se le tiene verdadero amor a aquello de lo que uno se ríe (mi personaje secundario favorito, siendo un tornado de ese mismo absurdo, es Rogelio de la Vega, interpretado por Jaime Camil). De lo más bello en la serie es la relación entre las mujeres Villanueva, Jane, su madre y su abuela, y la manera en que afrontan todo lo que les avienta la vida.

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Qué dolor que es llegar al último episodio, pero se debe hacer. Lo bueno es que con cinco temporadas a pesar de que uno comienza viendo episodios de cuatro en cuatro el ritmo termina bajando y se convierte en parte de la vida ordinaria. Los ganchos de final de temporada son absolutamente mortales. No se le puede a uno ocurrir ver uno de estos cuando no se tiene tiempo de ver el primero de la siguiente, aunque igual hay que darse una pausa para asimilar los horrores que hacen a la audiencia fiel. Pero bueno, las telenovelas se las ve para sufrirse.

Puedes encontrar Jane the Virgin en Netflix, pero con cuidado, esta es altamente adictiva, y después de que la termines, será extremadamente difícil encontrar una serie que logre tocar las notas eternas del romance, comedia y ternura junto con el crecimiento personal y espiritual de una manera tan nueva y tan familiar al mismo tiempo como lo logra este show. Están advertidos.