Existen diferentes clases de infidelidades, desde la de una sola noche hasta la de una relación establecida y con domicilio propio; desde las muy superficiales y pasajeras hasta las muy comprometidas, con sentimientos profundos.

Cualquiera que sea la naturaleza del affair, el paso del tiempo gradualmente irá ubicando a los protagonistas en la realidad de su situación y les irá proporcionando los suficientes elementos de juicio como para evaluar sus alternativas, que realmente son pocas.

La menos probable es que la relación continúe sin cambios, indefinidamente: casi ningún affair dura toda la vida. Realistamente hablando, esta pareja se verá abocada, o a divorciarse de sus respectivos cónyuges (si ambos son casados) y unirse legalmente, o, más probablemente, considerar terminar con la relación.

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La mayoría de las relaciones extramatrimoniales no duran más de seis meses, especialmente si han sido descubiertas por los perjudicados (lamentablemente tres de cada diez matrimonios no sobreviven a este trauma).

Menos del 5 % de los affairs terminan en matrimonio, con un 75 % de probabilidades de fracasar (y tiene sentido, ya que es una relación llena de desconfianza en el matrimonio, basada en la infidelidad y que vive en la culpa de haber perjudicado a otras personas).

Usualmente el affair termina cuando él o ella llega a la conclusión de que están viviendo una relación clandestina en un callejón sin salida, sin posibilidades de mejorar y con diario riesgo al escándalo y a la vergüenza pública. Es una relación sin futuro, con un presente inseguro y un pasado culposo.

Terminar un affair no es fácil, es admitir que se apostó todo lo de valor moral y afectivo que hubo en el matrimonio, y todo se perdió en un gran fracaso. Nunca hubo una base real, fue una fantasía, una ilusión que el tiempo y la realidad de la vida se encargaron de deshacer de la peor forma.

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Es difícil aceptar ser un perdedor y enfrentar las consecuencias, pero es preferible tragarse el orgullo y tratar de recuperar sus respectivas vidas que postergar lo inevitable. Por esto se aconseja que cuando uno de los protagonistas, después de un profundo examen de conciencia, llegue a la conclusión de que la relación debe terminar porque no existe alternativa, su obligación es reunir la fortaleza necesaria y hacérselo saber a su pareja a la brevedad posible y mantener su decisión a rajatabla. (O)