Hasta 2013 Stephen Storey era una persona tremendamente enérgica: corría maratones, hacía surf, montañismo y el submarinismo era una de sus grandes pasiones. Pero en cuestión de nueve meses pasó a estar permanentemente en silla de ruedas, no podía estar de pie ni caminar y pasó a depender de ayuda las 24 horas del día para hacer las actividades más básicas, como comer o asearse.