Descanso en Imbabura: Posada y cafecito en el valle de Íntag

La Unesco reconoció la naturaleza de la provincia de Imbabura cuando, el 17 de abril pasado la nombró Geoparque Mundial.Un ejemplo de tal exuberancia es el valle de Íntag (1367 km2), que va desde los 700 metros sobre el nivel del mar (msnm), en la zona de Los Manduriacos, hasta los 4000 msnm, en el páramo al pie del volcán Cotacachi.Esta zona esta flanqueada por las cordilleras de los Andes y Toisán. Toisán es el límite natural de la Reserva Ecológica Cotacachi-Cayapas, con más de 200.000 hectáreas compuestas de selvas vírgenes, páramos, lagunas y el cerro Cotacachi (4.944 m).Cuando la carretera desciende desde los páramos más altos, después de dejar la laguna de Cuicocha, se observan las nubes como pedazos de algodón flotando a merced del viento. Desde Quito, en menos de una hora se alcanza la parroquia de Apuela (cantón Cotacachi), ubicada en el eje principal del valle. Puente colgante a escasos metros de Pacheco Farmhouse, valle de Íntag. Cuatro kilómetros más abajo está Pacheco Farmhouse , una posada que nació en mayo del 2016. Es una casa mixta de dos pisos, construida con madera, ladrillo y piedra en medio de árboles de aguacate, guaba, mandarina, naranja, limón, guayaba y tulipanes africanos. Por un lado vemos la carretera que atraviesa el valle y por el otro corren libres las aguas del río Íntag. Nos recibe la propietaria, Jimena Larregui, quien ha residido en varios países antes de decidir radicarse en Imbabura. —¿Cómo inició su negocio? —Hace unos siete años decidí que ya no quería vivir en la ciudad y empecé a pensar en un negocio que me permitiera vivir en un lugar verde, natural y trabajar desde mi casa.Escogió un sitio tan acogedor, amigos y parientes solían visitarla. “Siempre recibí gente, gratis, ahora lo sigo haciendo, pero me pagan”, dice sonriendo. Cascada Escondida, atractivo natural del valle de Íntag. —¿Por qué eligió este sitio? —Lo encontré por casualidad. Viví en Quito casi un año. Salía todos los fines de semana en busca de terrenitos, pero no encontraba. Cierto día, ampliando la búsqueda, encontré este lugar. Me dijeron que estaba hecho, con todo adentro. A la mañana siguiente vine a verlo. Era un invierno de febrero, superlluvioso, pero después de ver la neblina y los picos de las montañas como flotando, sentí una emoción como esas imágenes que te sacan el aire. Antes de llegar, ya estaba decidida. Entusiasmada por tanta belleza subestimé el trabajo que había que hacer, porque la construcción estaba en muy mal estado. Arreglarlo nos tomó tres meses, explica. Maya Peers Nitzberg, voluntaria extranjera en Pacheco Farmhouse. Abrió con dos cuartos. A partir de ahí, empezó a llegar gente y siguió trabajando hasta completar las seis habitaciones que hoy tiene para alquilar. Caben unas 16 personas. “Siete meses más tarde, para fin de año, ya teníamos un flujo bastante constante de huéspedes y desde ahí nunca ha parado”.Pacheco ofrece hospedaje, desayunos y cenas. Para la gente que busca relax hay una sala adecuada para descansar y leer. Para los que quieren caminar, los encauzan en senderos para visitar tres cascadas: dos cercanas y una, la cascada Escondida, un poco más distante. Jimena Larregui puede recibir hasta 16 huéspedes en este hospedaje. La mayoría de sus clientes vuelven y recomiendan a otros. “Alguna vez vino un profesor, después me mandó al resto de los profesores del colegio”, cuenta Jimena. Todo el mundo se va contento del valle, es un lugar que todavía no está demasiado ocupado por turistas, uno puede hacer caminatas y estar solo en medio de la naturaleza, explica.Su política es pet friendly y rescatan animalitos abandonados en la zona para buscarles un hogar. “Los que no encontraron casa se siguen quedando aquí. Tenemos cuatro, pero llegamos a tener nueve”, relata Jimena. Esta idea ha hecho que mucha gente vaya con sus perros para diciembre, escapándose de los juegos artificiales y del ruido citadino.Al morir el día, cuando suenan las aves del bosque que los rodea, es hora del relax, de abrir un libro, tomar un café o una copa de vino, hasta que el rumor del río Íntag, que corre a escasos metros de PachecoFarmhouse, lo arrulle como a un bebé hasta el amanecer.Contacto: pachecofarmhouse.com . Tarifa entre 15 y 23 dólares por persona. Incluye desayuno. La cena es opcional. Se ofrece comida tradicional, vegana y vegetariana, previo pedido. Los suelos del valle son benignos para la agricultura. Se cultivan frutas tropicales y café, un producto que ha cruzado la frontera para ocupar perchas en mercados internacionales.Desde la esquina sureste del parque de Apuela se percibe ese aroma tan delicioso. A media cuadra se levanta la fábrica, donde se procesa este producto que llega de las fincas de los socios de la Organización de Caficultores Río Íntag.En 1998 nació la organización, cuyo objetivo fue impulsar el cultivo de café arábica de altura. Empezó con un pequeño grupo de campesinos; actualmente son 168 socios, de ellos 120 activos.“Nuestro producto es café orgánico, manejamos el tema biológico desde el aprovisionamiento de la semilla, insumos para la nutrición de los cafetales, control de plagas y enfermedades. Aseguramos la compra del café a un precio justo y estable para el productor”, dice Ramiro Fuertes, representante legal.El café arábica necesita cierta sombra, dice Fuertes, en tal virtud, promueven el cultivo bajo sistemas agroforestales, evitando monocultivos porque son agresivos con el ambiente. “Trabajamos con la normativa orgánica, cumpliendo normas de Estados Unidos, Europa y Japón, porque llegamos a esos mercados”.La Organización de Caficultores Río Intag cosecha anualmente unos 1.150 quintales de este producto; de estos, 900 quintales de café verde tienen calidad de exportación. El resto se tuesta para el consumo nacional. El ingreso bruto supera los 400 mil dólares anuales, dice Fuertes. (E)

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