Cuando era joven, mis padres me enviaron a una institución mental tres veces (1966, 1967, 1968). Las razones en mis archivos médicos son banales. Se decía que estaba aislado, hostil y miserable en la escuela. No estaba loco, sino que solo era un joven de 17 años que realmente quería ser escritor. Como nadie entendió esto, estuve encerrado durante meses y me alimentaron con tranquilizantes. La terapia consistió simplemente en darme electrochoques. Me prometí a mí mismo que algún día escribiría sobre esta experiencia, para que los jóvenes entiendan que tenemos que luchar por nuestros propios sueños desde una etapa muy temprana de nuestras vidas.