* Sonnia Navas Gafter, psicóloga clínica, magíster en Terapia Familiar Sistémica

Queridos lectores, con mucha alegría e ilusión les presento la columna Amor y Familia, que tiene la finalidad de abordar temas relacionados con las dinámicas familiares del mundo actual.

El tema de hoy nace de la inquietud de algunas familias a las que atiendo en consulta, quienes me expresan que los conflictos madre e hija son constantes, a tal punto que la armonía en el hogar se ha perdido.  

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Debo reconocer que esto es más frecuente de lo que imaginamos, sin embargo, no se lo expone, ya que se asume que la relación debe ser afectiva y cercana por el simple hecho de tener un lazo filial muy estrecho, pero esto no siempre es así.

Es necesario iniciar compartiéndoles que muchos enfrentamientos entre madre e hija tienen un componente psicológico y social, ya que la madre ve reflejada en la hija su propio ideal, y es aquí donde ellas proyectan, muchas veces sin intención, sus sueños y sus frustraciones. 

Durante el transcurso de la infancia, tanto niños como niñas reciben de la madre estímulos afectivos, que servirán de ayuda para desarrollar habilidades como apego, seguridad, intimidad, calidez, entre otros. A medida que los menores van creciendo, la relación tiende a tomar otra perspectiva de acuerdo con si se es mujer o varón, ya que para la madre es natural transmitir a su hija sus creencias sobre ser mujer.

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Al llegar la adolescencia y al inicio de la adultez, en plena búsqueda de identidad propia, los conflictos toman fuerza, la hija buscará su propio modo de ver la vida.

A continuación les daré algunas recomendaciones:

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