En 2015 el periodista estadounidense Alan Friedman escribió My Way, libro en el que detalla –entre otras cosas– a un orgulloso Silvio Berlusconi abriendo por primera vez las puertas de la Villa San Martino, su mansión ubicada en la ciudad italiana de Arcore, donde se destaca la famosa sala Bunga Bunga, en la que invitaba a gente poderosa y personajes de todos los ámbitos para que sean partícipes de sus fiestas orgiásticas y demás desenfrenos.

Ahora, con el título original Loro (‘ellos’ en italiano) y Silvio y los otros (en Latinoamérica), Paolo Sorrentino muestra también esa etapa en una revalorizada tríada del siglo XXI: poder, dinero y sexo a través de la figura del ex primer ministro italiano, envuelto en varios escándalos de toda índole en su país.

Cualquiera que esté familiarizado con la grandiosidad y los amplios estilos cómicos de Paolo Sorrentino sabrá que en Loro (2018) no faltarán las fotos obligatorias de la piscina y los primeros planos inspirados en Federico Fellini".

La sinopsis va así: Berlusconi se encuentra en el momento más complicado de su carrera política, recién salido del gobierno y con las acusaciones de corrupción y de sus conexiones con la mafia. Allí, Sergio Morra es un atractivo hombre que sueña con dar el salto de sus cuestionables negocios de provincia a escala internacional. El camino más rápido para conseguirlo es acercarse al hombre más poderoso de Italia. Para Sergio solo hay una manera de llamar la atención de Il Cavaliere: las fiestas, las velinas, las extravagancias y el exceso.

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Ahora bien. Cualquiera que esté familiarizado con la grandiosidad y los amplios estilos cómicos de Paolo Sorrentino (La gran belleza, El joven papa) sabrá que en Loro (2018) no faltarán las fotos obligatorias de la piscina y los primeros planos inspirados en Federico Fellini. Lo acompañan en esta aventura cinematográfica la fuerza técnica y visual de Luca Bigazzi, el director de fotografía que ayudó a desarrollar la estética posmoderna característica de El joven papa, La juventud y La gran belleza.

El cineasta italiano Paolo Sorrentino.

La película se estrenará este mes en Estados Unidos, pero debe saber que su versión original presentada en dos partes Loro 1 y Loro 2 en Italia, podrá ser vista en el resto del mundo solo en un nuevo montaje de 150 minutos de duración (54 minutos menos que la suma de las dos partes).

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Las dos partes del díptico de Paolo Sorrentino sobre el siempre polémico Silvio Berlusconi (que el 29 de septiembre cumplirá 83 años) es un biopic atípico que, en lugar de ensalzar la figura de su protagonista, se centra en el lado humano del personaje y, sobre todo, en sus sombras. Para algunos críticos, Sorrentino aborda, sin juzgar, el carácter ególatra y excéntrico de Il Cavaliere –conocido así el político en mención– “desde la sátira, donde las orgías, fiestas decadentes y música hortera se encuentran por doquier y dejan paso a una ácida crítica del estado actual de la política transalpina, donde un Berlusconi a punto de iniciar su declive no es sino la punta del iceberg de una aristocracia de trepas, arribistas y personas más interesadas en alcanzar el poder que en hacer algo productivo con él”.

En uno de los tráilers, Loro –cuyo título original era L’Oro (El oro)– se muestran las dunas de la Costa Esmeralda de Cerdeña, justo en la cima de una playa de arena de color rosa brillante, allí un hombre bien peinado Silvio (encarnado por un irreconocible Toni Servillo) queda atrapado en una rara y pequeña salita de efecto invernadero, llena de mariposas. Es el día después de una fiesta extravagante y la hierba cubierta de rocío está llena de corchos de champán, confeti y lencería con volantes. En un trampolín en medio del césped, una mujer con poca ropa, adornada con un collar de mariposas, yace dormida. Su cuerpo es solo uno entre docenas de otros en el jardín.

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Paolo Sorrentino y Silvio Servillo.

En Loro 1 se muestra el ambiente de interminables fiestas repletas de jóvenes bellas y promovidas por un empresario arribista que ansía acceder a Il Cavaliere para ampliar sus negocios. Loro 2 es mucho más interesante, ya que se destaca el simbolismo y la sofisticada puesta en escena de Sorrentino, atrayentes para unos no así para otros. 

El actor
Toni Servillo es omnipresente. El cineasta Sorrentino traza un perfil del protagonista con base en su obsesión por el sexo, su torpeza ante catástrofes como el terremoto en L’Aquila en 2009 y su inútil intento de recuperar a su segunda mujer, harta ya de las infidelidades de su marido. El largo cruce de acusaciones entre Verónica Lario y Berlusconi, cuando le anuncia su intención de divorciarse (y que finalmente lo hicieran tras 21 años de matrimonio), se destacan en esta parte.

Servillo es un actor-fetiche de Sorrentino; ya lo vimos encarnando al personaje de culto Jep Gambardella en La gran belleza (2013), filme que se llevó un Óscar a la mejor película extranjera, además varios Donatello, considerados los Óscar italianos. O metiéndose en la piel de Giulio Andreotti en Il divo (2008).

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Servillo encarna a Il Cavaliere retratándolo como un demagogo envejecido, reflexionando precisamente sobre sus elecciones de vida, su vanidad, su matrimonio derrumbado y sus amigos que poco o nada le han dejado. El Berlusconi de Servillo es un hombre que dice que ama a su país, pero sabe que le ha fallado. 

Silvio Berlusconi (1936).

En algunos portales web, como vulture.com, los críticos han encontrado en Loro ciertas similitudes involuntarias con Donald Trump. Silvio ha dicho: “La dimensión del placer tiene un significado simbólico muy fuerte en la película. Berlusconi, en esta película y en la vida, y Trump, a su manera, han traído al mundo de la política un espectáculo similar a los negocios. Ellos usan el disfrute y el entretenimiento para crear la figura de un líder que se ha consagrado dramáticamente a la multitud, que es aquí la conciencia de los votantes. No es en el sentido de que las personas elijan un representante, sino que sean seducidas por un maestro del engaño. Y, por supuesto, el elemento principal de la seducción es el placer. En la película, por ejemplo, hay una representación abrumadora del cuerpo, que usamos como metáfora del placer superficial que imponen estos líderes. Berlusconi prospera en la superficialidad; no caves demasiado profundo, no mires demasiado de cerca, y todos se divertirán”.

En Loro, Berlusconi es un hombre poderoso, influyente y discreto. ¿Hubo algún temor por asumir una figura tan intimidante? Silvio dice: “Paolo, por supuesto, es el autor de la historia. Miró los hechos y, a través de un acto de transfiguración, los convirtió en una narración. Dos de las escenas más divertidas se crearon a través de esta reelaboración creativa. La primera es cuando está hablando con su doppelgänger (doble fantasmagórico en alemán), y la segunda es cuando llama a la mujer para venderle un hogar como práctica por sus habilidades de persuasión”.  (A. C. J.) (E)