Tal vez eso sea difícil creer en una noche de verano cálida y húmeda. Sin embargo, cada vez que un mosquito acecha a un animal miles de veces más grande que él para alimentarse, está intentando llevar a cabo algo sumamente peligroso, señaló Matthew DeGennaro, genetista experto en mosquitos y profesor de la Universidad Internacional de Florida. Las señales adecuadas –un olorcillo a dióxido de carbono exhalado, calor, un poco de aroma corporal, otros elementos misteriosos del olor animal– tienen que estar presentes o los mosquitos no correrán el riesgo.