De pie sobre la pequeña ciudad de Tarifa hay un antiguo fuerte construido por los moros. Recuerdo que estaba sentada con mi esposa, Christina, en 1982, y que por primera vez observaba un continente: África. Esa vez no podía soñar una tarde inspirar una escena en mi libro más conocido, El Alquimista. Tampoco podría haber soñado la historia que sigue, servir como un excelente ejemplo para todos los que buscamos un equilibrio entre la disciplina y la compasión.