El Museo Nacional (Quito) celebra la obra de la pintora Araceli Gilbert (1913-1993) con una muestra de independencia, exactitud y color.

 

Por Gladys Rivadeneira (Quito) y Gisella Quintana (Guayaquil)

Publicidad

 

Trazos exactos y contrastes de color atrevidos son dos de las principales características de la obra de Araceli Gilbert, pintora guayaquileña que falleció hace veinticinco años y marcó un antes y un después en las artes plásticas de Ecuador. Ella introdujo el abstraccionismo en una época en la que todos hablaban o hacían realismo e indigenismo.

Estas formas enérgicas aparecen en la exposición Ritmo y color, una muestra de 22 cuadros de la época más creativa y productiva de Gilbert (entre 1950 y 1985) exhibida en el Museo Nacional del Ecuador (MuNa), gracias al esfuerzo de investigación y búsqueda realizado por un grupo de curadores y especializados en la obra de la artista porteña, conformado por el arquitecto Lenín Oña, Adriana Díaz y Marcela Blomberg, hija de Gilbert.

Publicidad

Marcela Blomberg, hija de Araceli y principal curadora de la muestra.

 

Publicidad

Blomberg comenta que la obra de Araceli no es extensa, hace algunos años se lograron calcular 90 cuadros y decir que pintó 200 “es mucho”, pues era muy estricta y rígida con sus obras. “Si no estaba perfecta, destruía la obra”, recalca Marcela.

Además, trabajaba mucho en pequeños bocetos para luego ampliarlos y, en el proceso de creación, jugaba con las formas y los colores.

Esto, sumado a que la mayoría o son parte de colecciones personales o están en museos y otras exposiciones. De allí, lo meritorio que resulta de realizar esta exposición, que cuadro a cuadro es el reflejo de las influencias geográficas y artísticas que tuvo Gilbert en sus diferentes etapas de creación y aprendizaje en Chile, Ecuador, Nueva York, París, Estocolmo y Suecia.

 

Rebeldía y estética

Las obras expuestas también son una muestra del espíritu independiente y rebelde de Araceli, dice Marcela, ya que ella reaparece en Ecuador en una época cuando la influencia del indigenismo era muy fuerte en las artes plásticas. Ella iba más allá de las tendencias establecidas con su arte, definiéndose en un estilo enmarcado dentro del abstraccionismo geométrico. Otros quieren identificarla con el feminismo por su estilo de vida; sin embargo, ella no fue feminista y no pensaba que, por ser mujer, debía tener privilegios o acciones en contra.

Publicidad

Araceli en París (1953), donde recibió la mayor influencia para el estilo que dominó en su obra.

 

De los cuadros más antiguos en la exposición es Rythmes colores (1952) y Diapasón de 1953, creado en París, óleo sobre lienzo. En estos dos como, en otros, mezcla naranjas y verdes. “Hay una gran valentía de formas y colores y, sin embargo, de lo que te pueda parecer chocante tiene una gran armonía, te hace sentir bien”, señala Blomberg.

La primera exposición de Gilbert en Ecuador, cuenta su hija, se realizó en 1955. En el país, entre otros reconocimientos, ganó los premios Mariano Aguilera y Eugenio Espejo. Otro de los cuadros que hasta ahora recibe muchas críticas positivas es Manhattan, “de sobrio colorido y decidida verticalidad”, data de 1985 y es acrílico sobre lienzo.

 

Recuerdos en Guayaquil

“Araceli era una tía muy querida”, recuerda con cariño Marcia Gilbert, canciller fundadora de la Universidad Casa Grande y sobrina de la pintora. De ella no solo atesora al menos cinco obras instaladas en su sala (cuatro pinturas y una escultura adquiridas por Marcia y su esposo), sino una camisa de líneas verticales de colores que le obsequió en vida y con la cual Marcia nos recibió en su vivienda.

A ella le gustaban las líneas verticales, asegura. Esa forma geométrica lidera gran parte de sus creaciones, como en Tema sobre blanco (1958), Cuadrado acrílico (1973) y Naranja rosa (1973), que marcan la presencia de la artista en la sala de la educadora. Ese gusto también trató de transmitir a la hija de su hermano, Roberto Gilbert E., a quien cuidó durante su niñez.

Marcia Gilbert conserva en su vivienda varias pinturas de la artista, su tia paterna. En la foto: Cuadrado acrílico y Tema sobre blanco.

 

“Desde chica me involucró en el arte”, relata Marcia. “Íbamos a los museos de las ciudades que visitábamos y no había forma de arte que ella desechara: la música, la escultura, incluso los objetos arqueológicos y las piezas barrocas, que aunque no eran su estilo, los valoraba porque correspondían a un tipo de belleza”.

Esta sensibilidad artística claramente floreció en su pariente menor, quien posee una importante colección de pinturas de artistas locales del siglo pasado en su hogar.

“Aunque ella se consagró como la pintora abstracta más destacada del país, Araceli reconocía a otros pintores igual de importantes”, señala. “Mi vida estaba rodeada de arte y ahora lo aprecio en todas sus manifestaciones. Araceli me introdujo a Judith Gutiérrez, Olga Valasek de Dueñas (compañera de Araceli), Estuardo Maldonado, Manuel Rendón, Oswaldo Guayasamín… No era una persona egoísta en su arte”.

 

El legado de Araceli

“Su hija, Marcela Blomberg, formalmente es quien más ha hecho para que su arte se recuerde”, enfatiza. “Muchas de las exposiciones en Quito han sido su iniciativa, esta ciudad ha sido muy apreciadora de su obra”. La pintora vivió una corta estancia en la capital, donde expuso sus cuadros en varias ocasiones, en especial en las décadas del 50 y 60. Allí vivió sus últimos años, hasta su fallecimiento en 1993.

Requiem para Sidney Bechet es una de las obras más reconocidas de la pintora Araceli Gilbert.

 

Marcia también añora que Guayaquil pueda apreciar con el mismo ímpetu las obras de Araceli que esta ciudad conserva, sobre todo porque, a decir de ella, aquí se hallan creaciones muy significativas.

Por ejemplo, el único mural que Araceli armó, con piezas de acero, que se instaló en la antigua sede de la sucursal mayor del Banco Central del Ecuador. “Marcela ha empezado una campaña en Quito para que el mural pueda ser trasladado al MAAC, sería un gran regalo para el Bicentenario”.

Para la psicopedagoga, uno de los mejores cuadros de su tía es Réquiem para Sydney Bechet (1963), propiedad de un coleccionista privado y por el momento expuesto en el MuNa. “El cuadro tiene bloques de color, con una línea roja que separa la vida y muerte de Sidney, gran músico de jazz, y luego se vuelve todo negro. Es extraordinario y por eso debería ser exhibido en un sitio público”.

Manhattan (1985) fue replicado en un mural en el 2013 por el centenario de la artista. Está en la fachada lateral de la Casa de la Cultura núcleo del Guayas.

 

Finalmente, está el mural que recrea la pintura Manhattan, actualmente instalado en una fachada de la Casa de la Cultura núcleo del Guayas, por donde estará una estación de la futura aerovía. La recreación fue iniciativa de Rosa Amelia Alvarado, con apoyo de la Municipalidad de Guayaquil. “Merece una adaptación para que su vista no se pierda, sería tremendo si la instalación funciona como una plataforma para el arte”.

La exposición Ritmo y color estará abierta hasta el 21 de abril, en el segundo piso del MuNa, ubicado en el edificio matriz de la Casa de la Cultura Ecuatoriana (CCE). Con Gilbert, el MuNa inaugura también su ‘sala autoral’, un espacio permanente dedicado al arte moderno ecuatoriano con muestras temporales. Durante el recorrido también es posible disfrutar de una cronología de la artista plástica y de varias fotografías de su taller de arte y junto a su familia.