“Me pareció un plomo y la vi hasta la mitad”, decía un amigo aguerrido y muy frecuente adversario en diatribas cinematográficas. Todo venía por Roma, que él acababa de ver después de mis recomendaciones. Para mí, la obra cimera de Alfonso Cuarón es también la más personal: en el cine no recuerdo una memoria autobiográfica de este calado desde Amarcord (1974), de Federico Fellini.














