Marcos padecía de dolores abdominales, fatiga y falta de apetito. Síntomas aparentemente comunes y de poca alarma. Sin embargo, otras dos señales inusuales saltaron a la luz, sus ojos y piel se tornaron amarillos.

Tras varios análisis de laboratorio, Marcos fue diagnosticado con hepatitis B, una de las 5 hepatitis virales que existen. Hepatitis es la inflamación del hígado aguda o crónica (pasado los 6 meses) que provoca una mala función del hígado.

“Más de 300 millones de personas sufren estas afecciones en el mundo, de las cuales más de un millón terminan en muerte, en su mayoría causadas por el virus de la hepatitis B y C”, expuso el doctor Javier Mora, hepatólogo del Instituto Ecuatoriano de Enfermedades Digestivas (Ieced).

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La más conocida es la hepatitis A (VHA), uno de los virus más frecuentes.

Su transmisión es fecal oral, es decir, por el consumo de alimentos y líquidos contaminados con heces de una persona con VHA. Produce malestares como dolor de barriga, diarrea, fiebre y, en algunos casos, coloración amarilla de piel (ictericia).

Este tipo de hepatitis se presenta con más frecuencia en niños, pero también afecta a adultos. Mientras más edad tenga el contagiado, mayor es el riesgo de desarrollar insuficiencia hepática.

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El virus de la hepatitis B (VHB) se divide en hepatitis aguda y crónica. La primera es eliminada por el mismo cuerpo por lo que no presenta mayor riesgo.

Sin embargo, la segunda es considerada la más agresiva de todas, debido a que persiste toda la vida.

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La hepatitis B crónica se presenta pasado los 6 meses, y es más fácil de contraerla (como el VIH), ya sea por fluidos como la sangre, semen u otro líquido de una persona infectada, sobre todo, durante relaciones sexuales sin protección.

También se puede adquirir a través de trasfusiones sanguíneas poco confiables. “Actualmente existe una vacuna contra el virus de la hepatitis B y su efectividad es del 95%”, menciona Mora. Por lo que, aconseja a que todos se vacunen para prevenir el contagio. (F)

Hepatitis C

Es la más silenciosa de todas. A diferencia de la hepatitis B, donde la mayoría se cura; la hepatitis C es todo lo contrario. La mayor parte de las personas infectadas van hacia la cronicidad y solo un pequeño porcentaje de pacientes se cura, provocando mayor riesgo de sufrir cirrosis y el mortal cáncer de hígado.

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