Pincel de los volcanes

“Muchos creen que pintar un paisaje es lo más ingenuo, pero para pintar un paisaje creíble, que transmita algo a quien lo observa, tiene que estar bien ejecutado, incluso tiene que pintarse la luz y el aire”, explica David Moscoso, artista plástico nacido en Ambato (provincia de Tungurahua) hace 38 años.La imponente naturaleza de los Andes marca su creación artística y así lo reflejó, en 2007, en los 800 metros cuadrados de murales de cielos, volcanes y montañas que trabajó en la catedral de Ambato, además de su cúpula.Su creación artística en esa edificación respondió a su herencia visual andina: “No hay castigo o pecado, allí simplemente Dios es la naturaleza, es un evento conciliatorio”, comenta al describir la obra que considera el máximo honor en su carrera. “Otros artistas tienen iglesias o capillas, pero catedrales, casi todas están hechas en el mundo, así que fue un verdadero privilegio”.La semana pasada, David, quien ahora reside la mayor parte del tiempo en Quito, llegó a Guayaquil por invitación de la galerista Madeleine Hollaender, con la exhibición Óptika Poétika, que se presentó durante una sola noche en la Casa Julián (Parque Histórico). “Se decidió que sea solamente una noche de duración porque así son los buenos momentos de la vida, se presentan cortos y hasta fugaces, haciendo alusión a lo efímero que es el ser humano ante la presencia de la naturaleza que siempre existirá, a pesar de todo”.La muestra, que contó con el apoyo del empresario José Antón Bucaram, presentó varias facetas y la evolución de la obra de Moscoso, aunque destacó el trabajo en papel de algodón (litografía).“La colección de litografías es un nuevo soporte de mis obras principales que, a la vez, se vuelve un manifiesto, un regreso al antes de la era tecnológica”, explica. “Las pantallas han hecho que perdamos un poco la noción de objeto gráfico, de lo que es una pieza de arte”.Como contraste, se exhibieron también esculturas tridimensionales de paisajes en vidrio.“Es la obra sobre nuevos soportes contemporáneos, el siglo XIX contra el siglo XXI, sin dejar de sustentarse en la naturaleza y el tema recurrente de los Llanganates que exploro e investigo como artista”, explica. “Las imágenes están fundidas a alta temperatura. No es una impresión cualquiera, es un pigmento inyectado a 900 grados centígrados sobre el cristal”, detalla sobre esta nueva técnica. Embajador de los nevados Influenciado directamente por el pintor norteamericano Fréderic Edwin Church (quien visitó Ecuador en 1853 y 1857), David decidió hacer del paisajismo el centro de su carrera artística.“Yo nací en Ambato y vi desde niño todos los volcanes, la Sierra, los Llanganates, ¿por qué no habría de pintar paisaje si es lo que yo he visto, lo que soy?”, comenta. “Llanganates es una zona tan inhóspita, misteriosa y encantadora a la vez, es un refugio con un sentido de misterio porque se dice que el tesoro de Atahualpa estaba allí. Es una interrogante que ayuda a la producción artística a darle ese sentimiento que lo vuelve poético. El arte se nutre de esas historias para crear esos universos”.Su contacto temprano con la naturaleza se fusionó, desde su adolescencia, con la destreza del artista italiano Ricardo Santori (pintor oficial del fallecido papa Juan Pablo II), quien durante sus visitas a Ambato permitió que David estuviera presente en su taller, como un discípulo silencioso. “Es una de las mejores experiencias que he tenido a partir de la observación, no podía conversar e interrumpirlo, pero solo verlo trabajar ya era una muy buena clase de pintura”, recuerda. “Desarrolló en mí la capacidad de observación, del trabajo silencioso y la investigación, verlo pintar esos frescos despertó en mí ese gran interés”.Durante aquellos encuentros, Santori también entregó a Moscoso libros que recogían el trabajo de Miguel Ángel en la capilla Sixtina. “Mientras él trabajaba, yo realizaba copias en dibujo de los frescos de Miguel Ángel”.El artista está convencido de que hoy, en el siglo XXI, renace el arte del paisajismo que ocupó un lugar relativamente menor en la jerarquía académica y teórica de la pintura por muchos siglos, en la época contemporánea ha sido incorporado al ámbito privilegiado de las experiencias estéticas, artísticas y culturales.“El paisajismo se ha convertido en el espacio ideal para realizar reflexiones conceptuales de enormes consecuencias, el interés por la naturaleza, sus fascinantes y hasta misteriosos fenómenos, no hace sino crecer. Era hora ya de olvidar el egocentrismo del ser humano y representar su parte más conflictiva, llegó el tiempo de que la naturaleza hable por sí misma sin artificios ni egos implícitos de un artista”.Su trabajo ha sido presentado a nivel internacional en París, Miami, Nueva York y España, pero guarda un especial recuerdo de su muestra en Alemania, en 2007, durante la denominada Noche de los Museos. “Mucha gente estaba en expectativa de la obra porque Alexander von Humboldt (explorador alemán, 1769-1859) dio a conocer el Ecuador en el siglo XIX por todos sus viajes y, para ellos, Ecuador es ese referente científico. Así que abrí con paisajes de mi país y fue una experiencia fuera de serie porque ellos no alcanzan a percibir la riqueza natural que existe en el continente americano, creían, aun en estos tiempos, que los escritos de Alexander von Humboldt tenían algo de fantasioso”, recuerda el artista.Para marzo del próximo año David prepara una exposición colectiva en Ambato con otros artistas de obra paisajística: Servio Zapata (Costa) y Ramón Piaguaje (Oriente). La idea, explicó, es llevarla posteriormente a otros países. (D. J. L.) Más: facebook.com/DMoscosoE. Llanganates Los Llanganates, protegidos como un parque nacional, han estado cubiertos durante décadas por un halo de misterio, no solo por lo inaccesible de su terreno y la neblina permanente que cubre bosques y páramos, sino por la leyenda del tesoro de Atahualpa, el cual se encontraría enterrado en ese territorio. Se dice que el general Rumiñahui escondió ahí parte del oro del rescate que los españoles pedían por Atahualpa, cuando este fue asesinado. El nombre Llanganates se deriva del término kichwa que significa cerro hermoso y su territorio abarca las provincias de Cotopaxi, Tungurahua, Pastaza y Napo, con una extensión de 219.707 hectáreas. Aunque algunas zonas aún permanecen inexploradas, se pueden hallar casi 200 especies de aves, 50 de mamíferos, 23 de anfibios y reptiles y 1.000 plantas diferentes. Otro de los atractivos, que resaltan la belleza de los parajes nacionales, son las más de 30 lagunas que albergan el parque Llanganates, lugar de donde nace una de las más importantes fuentes de agua dulce de la región. (E) Fuente: www.turismo.gob.ec , www.ambiente.gob.ec

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