Cada día al llegar de la universidad, ellos se encontraban con flyers que alguien había pasado por debajo de la puerta de su departamento. Los recogían y los iban acumulando en la mesa de su comedor. Leían alguno que otro, pero no necesariamente acudían a algún negocio de los que se promocionaban. Veían también cómo repartían esas hojas en las calles y duraban segundos en las manos de los transeúntes. Unos las tiraban, otros las doblaban y guardaban y algunos incluso ni siquiera las aceptaban.