Por: Taffy Brodesser-Akner | New York Times

Bradley Cooper no está infeliz de hacer una gira promocional para Nace una estrella, una película que dirigió, coescribió y protagonizó de manera específica, exacta, meticulosa, perfeccionista y obsesiva. Trabajó muy arduamente en ese filme; cada detalle surge de algo que ha aprendido, que ha visto, que sabe. Es muy difícil trabajar tan arduamente para hacer algo que se sienta sincero y hacerlo bien, y puede que lo haya logrado.

Fue una gran apuesta que ocupó su vida por casi cuatro años en los que, después de su nominación como mejor actor por El francotirador, podría haber interpretado cualquier personaje que quisiera. Así que ¿por qué no estaría emocionado de que la gente esté tan cerca de ver los frutos de esa labor? “Es un periodo jubiloso”, asegura.

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Es la tercera vez que alguien adapta la película, la historia de un artista popular que saca de la oscuridad a una joven y ve cómo ella se vuelve más célebre y relevante que él, con consecuencias trágicas. Cada versión ha sido distinta, pues es un reflejo del cineasta que la trabaja. A Cooper le atraía esa oportunidad de dejar su huella: estampar su manera romántica de ver la creatividad y su desesperanza por cómo el comercio afecta al arte. Le gusta que es una historia de amor más que cualquier otra cosa.

Creó al protagonista, Jackson Maine, con eso en mente: una estrella de rock cuyo corazón cansado y afectado por el abuso de sustancias no tolera ver cómo la máquina azota a un mensaje sincero y poético. A diferencia de otras versiones, Jackson no está celoso de Ally, el personaje interpretado por Lady Gaga, sino que lamenta que la industria termine por sofocar su capacidad de decir las cosas que decía cuando él se la encontró cantando La vida en rosa en un bar drag.

Entonces, sí, Cooper está muy emocionado de que por fin podrá develar su labor, un logro del tipo monte Everest. Lo que no lo tiene emocionado, lo que no haría si pudiera evitarlo, tiene que ver con cómo se espera y se obliga a las personas a compartir ese logro. Es decir, no está emocionado de sentarse a explicarlo con estas entrevistas.

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Eso nos lleva a un hotel en Nueva York. Él mueve entre las manos unos lentes de aviador Porsche Carrera mientras se muestra dispuesto a contar sobre su película –a compartir todos los hechos sobre el filme que ya ha compartido con otros muchos muchos muchos reporteros–, pero no a decir más. No le agradan mis preguntas sobre qué inspiró ciertos detalles de la película, sobre su vida personal y cómo esta tiene vínculos con la gran y sexy cinta musical que acabo de ver.

“Las historias que hay en esta trama surgen de un sitio muy personal y ese es el único medio que conozco para comunicarme con muchas personas”.

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Más “íntimo”

Quería discutir cómo Cooper vive estar sobrio y su recuperación, cómo eso se refleja en las adicciones al alcohol y drogas de

Jackson. Quería hablar sobre la paternidad –Cooper perdió a su padre y se volvió padre en los últimos años– porque en la película hay espectros de figuras paternales. Quería hablar del amor. Pero él no quería.

Me dijo que parezco agradable, que entiende que estoy haciendo mi trabajo, pero que no va a exponerse. Tiene que promocionar la película –quiere promocionarla– pero ¿qué diferencia hace si me cuenta algo realmente personal? “No le veo el lado bueno, ¿sabes? Sencillamente, no lo veo”.

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“Así es la cosa”, me dijo. Sonrió, pero no era una sonrisa cálida, sino una resignada. “La experiencia fue increíble, de verdad tan increíble y maravillosa que solo puede ir cuesta abajo”.

Creció en un hogar amoroso en Filadelfia, rodeado de música: Tom Waits, Billy Joel, Led Zeppelin, Vivaldi, Tchaikovsky y Prince. Su padre era corredor de bolsa y su madre trabajaba en televisión y después se dedicó a la crianza. En su habitación tenía mucha parafernalia de los Phillies y de las Águilas. Solía tumbarse sobre una alfombra con todos los soldaditos de juguete y poner objetos debajo de la alfombra para cambiar el relieve de cada batalla: su primer trabajo como director.

Siempre le gustó actuar. A los 12 años vio El hombre elefante y supo que es a lo que quería dedicarse. Era buen estudiante. Se graduó con honores de la Universidad de Georgetown y luego estudió una maestría en el Actors Studio, donde incluso obtuvo un reconocimiento especial como el inquisidor estrella durante el programa Desde el Actors Studio; preguntas en muchas ocasiones postuladas a actores con los que después trabajaría. Ahí también conoció a su mentora, Elizabeth Kemp, quien falleció en 2017 y a quien le dedicó Nace una estrella.

Cooper es muy intenso e inteligente; a los tres minutos de empezada nuestra conversación había hecho referencia a cuatro libros cuyos títulos ni siquiera había escuchado, como El libro de Caín de Alexander Trocchi o La impaciencia del corazón de Stefan Zweig. Si se le comparara con alguno de sus personajes fílmicos, se parecería más que otro a Eddie de Sin límites (2011), cuando toma la primera pastilla que lo vuelve un paradigma de la eficiencia, inteligencia, erudición y cultura, pero antes de que empiece a tomar más de la cuenta y se desplome.

En 2011, Nace una estrella corría a cargo de Eastwood. Beyoncé iba a protagonizarla, pero tuvo su primer embarazo y después su agenda se volvió demasiado complicada. Eastwood habló con Cooper sobre el papel, pero Cooper dudó: tenía 36 años y sentía que no podía interpretar aún a alguien tan avejentado. “Sabía que iba a tener que actuar hasta con las pelotas para ser quien es el personaje, porque aún estaba… no había vivido lo suficiente y lo sabía”, dijo.

Ese mismo año, el último día que terminó de rodar ¿Qué pasó ayer? Parte 2, regresó a su casa para cuidar a su padre, moribundo por un cáncer de pulmón. Cooper lo había cuidado desde el año previo, antes de tener que viajar a Tailandia para la grabación, y parecía que este era el final. Fue a casa, llevó a su padre a un partido de las Águilas y, dos semanas después falleció.

Todo cambió. “Es una nueva realidad”, dijo. “Todo, todo… no es solamente una cosa, es un mundo nuevo. Y fue en ese instante, no meses después. En cuanto exhaló por última vez y lo tenía en brazos, cambió todo”.

Decidió perfeccionar aún más su trabajo mientras hacía El hombre elefante y para 2015 se sentía listo para Nace una estrella. Ya se veía a sí mismo en el espejo y lo notaba. “Honestamente, podía verlo en mi cara. Lo sentía”, dijo.

Pero Eastwood ya no estaba involucrado. Una noche, Cooper vio a Annie Lennox cantar I Put a Spell on You en televisión y después tuvo un sueño sobre cómo sería la primera escena de la película. Le presentó su visión directorial a Warner al día siguiente. Quería hacer una versión de la película en la que el hombre no está celoso de la mujer, y quería que fuera más honesta sobre cómo tienden a suceder las cosas: las personas se enamoran y empiezan a sanar, pero con el tiempo queda claro que el amor hacia otro no es suficiente para eso.

Todavía necesitaba encontrar a su estrella, a Ally. Fue a la celebración de un evento del Instituto Parker para la Inmunoterapia –había estado involucrado con varias iniciativas sobre cáncer desde que murió su padre– en el hogar de Sean Parker (de Facebook y Napster) y ahí vio a Lady Gaga, quien interpretó La vida en rosa.

Pensó que la cantautora era explosiva. Le habló a su agente y pidió una reunión, para la cual acudió al hogar de la artista en Malibú. Ahí había un piano. “Ella estaba muy abierta”, dijo. Le pidió que cantaran una canción juntos; eligió Midnight Special de Creedence Clearwater Revival. Descargaron la partitura y la cantaron juntos mientras ella tocaba el piano. A la mitad, Lady Gaga se detuvo y comenzó a grabarlos con su celular; Cooper me mostró esa grabación después de la entrevista, sonriendo como si fuera la primera vez que la había visto y no la milésima.

Cooper habló de lo mucho que admira a Lady Gaga y lo cercanos que se volvieron. Pasaron meses preparándose y construyendo la relación entre sus personajes para que hubiera conexión y emoción. Cuando hablé con ella por teléfono, enfatizó una escena de la película en la que Jackson y Ally se pelean mientras ella está en una tina. Él está borracho y le dice que es fea, un tema delicado para el personaje y, para cualquiera que ha dado seguimiento a la carrera de Gaga, para ella. El momento no estaba en el guion y la devastación que muestra Gaga es la que sintió. “Nos aseguramos de dejar un espacio para que hubiera tanto amor como dolor al mismo tiempo”, me dijo ella.

Cooper quería que el mundo de la película fuera tan auténtico como la misma Gaga. “Tenía que acoplarse a ella, porque si el mundo no se siente real y tienes a esta persona tan auténtica en él, pues eso destruye todo el filme. Entonces yo también tenía que volverme este tipo y la película tenía que verse y sentirse como la verdad”.

Aprendió a tocar guitarra y el piano; lo suficiente no solo para verse convincente, sino para ser músico profesional. Buscó el sonido idóneo para Jackson Maine. No quería ser muy country o muy algo: no quería que fuera un solo género. Lo que sí quería para este “hombre arquetípico, indeleble” que había soñado es que no sonara como Bradley Cooper. Necesitaba modular su tono de voz para que fuera más grave y acudió con un experto en dicción.

Cuando sintió que su voz estaba lista, grabó durante el festival Glastonbury, en el Reino Unido, luego en el festival de country Stagecoach y en el Greek Theatre de Los Ángeles. Quería que fuera auténtico.

Por medio de sus sueños intentaba entender a sus personajes, como le había enseñado Kemp en el Actors Studio. Creó rituales para cada personaje, como el que Jackson inhalara el opiáceo Oxycontin después de moler la píldora con el tacón de su bota.

Todo esto es genial, le dije. Pero tenía preguntas específicas sobre ciertos toques en su película, a partir de la información biográfica que sabía de él: ¿hubo una relación específica que inspirara todo?

Este es el tipo de preguntas que le molestan. ¿Realmente quiero saber de su vida amorosa? ¿Realmente quiero saber qué estaba pensando cuando ideó esa escena final tan devastadora? ¿Realmente quiero saber cómo es su vida en la sobriedad y de los eventos que llevaron a que estuviera en recuperación?

Pues… sí. Indiqué que personas como yo quieren saber sobre el artista tras el arte. De eso depende mi trabajo como alguien que escribe perfiles. “Ese es el punto de crear arte: intentar lidiar con la realidad desesperada de estar vivo, ¿entiendes? Cada vez que haces algo debes encontrar cuestiones personales que te vinculen, pero no, no siento que soy como él. No estaba pensando en un momento específico de mi vida para esa escena”, dijo.

Me aseguró que la película no es sobre él, sino hecha por él y con él. Dijo que quiere hacer arte porque ayuda a sanarnos. “Ese es el punto de crear arte: intentar lidiar con la realidad desesperada de estar vivo, ¿entiendes?”.

Ok… pero ¿qué, en particular, es lo que requiere sanar? ¿Cuál es nuestra herida? ¿Cuál es la suya? Lo único que dijo al respecto es: “La herida es la de ser un ser humano”.

De nuevo, intenté unir los puntos. ¿Sientes que el tiempo apremia y tienes que hacer algo muy ambicioso? No, no realmente, me respondió. ¿Hay algo catártico en actuar demonios que también estuvieron en tu vida? No exactamente.

“Es maravilloso que la gente me quiera hacer preguntas. Solo que, sin importar cuánto tiempo pasemos juntos para una entrevista, solamente al pasar más tiempo y hacer más junto a alguien puedes ver cómo funcionan y cómo interactúan y quiénes son, ¿sabes? No me vas a poder conocer en este escenario así como yo no sé quién eres tú”.

Nace una estrella es un retrato de la autodestrucción. Es una historia de amor entre dos superestrellas y una historia de la codependencia que los aqueja. Es sobre ser cruel con alguien a quien amas. Es sobre el atractivo de estar ebrio y sobre la gente que lo posibilita. El ascenso de Ally no es lo que empaña la estrella de Jackson; él es el agente de su propia ruina.

Volví a ver la película y releí la transcripción de la entrevista y por fin entendí. La película es sobre todo lo que acabo de enumerar, pero más que otra cosa es sobre cómo el comercio entorpece al arte; que las personas que no son artistas pretenden saber qué es el arte y cómo un artista tiene que protegerse de lo que le pide hacer una maquinaria. Es decir, en cierto modo, es sobre este perfil de Cooper.

Quizá lo que quería decirme es que esta película me dice todo lo que necesito saber sobre él y lo que valora y en quién confía. Lo que le ha sucedido en el pasado lo vuelve renuente a abrirse de la nada con alguien que quiere hacer su propio arte a partir de su historia, para quizá sanar una herida propia pero en términos que no son los de él… y ahora él es el director. Me dijo todo esto, solo no supe escucharlo.

“Las historias que hay en esta trama surgen de un sitio muy personal y ese es el único medio que conozco para comunicarme con muchas personas”, me dijo. Lo interpreté como una evasión.

Me dijo: “No sé quién es Martin Scorsese como ser humano, pero realmente no quiero saberlo; siento que sus películas son muy muy personales y me afectan, y presiento que trabaja a partir de un sitio muy personal”. Lo interpreté como una reprimenda por pedir información.

Me dijo: “Mi esperanza es que, y este es el meollo del arte, al crear esta historia sí vas a haber aprendido algo sobre mí”. Lo interpreté como una disculpa a medias por no querer hablar de su vida. Pero no era una reprimenda o una evasión. Sin duda no era una disculpa. Me podía contar sobre estar sobrio. Me podía contar sobre el significado de que muriera su padre. Me podía contar de su hijo y de su relación. Pero esos son datos. Si quieres conocerlo, no puedes sentarte con él y preguntarle; tienes que ver su película y sentirla y aceptar respuestas que no son literales.