Se reunían los domingos para hacer volar las cometas que les prestaban. Ahí jugaban, conversaban y exponían sus sueños de tener un mejor futuro. Era 1990 y la violencia, las pandillas, la falta de servicios básicos, el desempleo y el maltrato en el propio hogar golpeaba a familias que vivían en el Guasmo sur, donde en ese entonces sus calles permanecían con lodo en el invierno y con polvo en el verano, recuerdan sus habitantes.