Epidemias, piratas, incendios. Son los males que han afectado a Guayaquil desde su fundación en el siglo XVI. Desde esa época, la fortaleza de sus pobladores ha sido clave para sobrellevar esas tragedias y salir adelante en las adversidades.

Estos hechos han sellado el destino de la ciudad portuaria que hoy celebra el bicentenario de su independencia, un festejo marcado por las normas de bioseguridad por la pandemia de COVID-19, que afecta a la urbe desde marzo y que ha causado unas 10.000 muertes.

En su primer asentamiento, en el siglo XVI, eran constantes los ataques piratas que llegaban de diversas latitudes por el río Guayas para saquear la ciudad, al ser el puerto más importante de la Real Audiencia de Quito. El holandés Jacob L’Hermite en 1624 irrumpió en Guayaquil con dos ataques, señala una reseña del extinto historiador Efrén Avilés Pino.

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A pesar de que las autoridades tomaron precauciones para salvaguardar la vida de los ciudadanos ante la anunciada amenaza, se registraron varias muertes. Al abandonar suelo guayaquileño, los piratas incendiaron gran parte de la ciudad, casi destruyéndola.

Pero en 1687, Guayaquil sufriría uno de los peores ataques piratas en su territorio. Una escuadra encabezada por los franceses Francois Grogniet y Ravenneau Lusssan saqueó la ciudad y la incendió. Asesinaron a decenas de pobladores y tomaron como rehenes a un grupo de mujeres. Para su rescate pidieron oro, vino y harina de trigo, refirió la publicación del historiador Avilés.

Fue entonces que las autoridades analizaron cambiar el asentamiento de la ciudad para evitar ataques de este tipo.

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Uno de los últimos ataques se registró en 1709. Durante cinco días, los ingleses Woodes y Roggers asaltaron la ciudad. Todas las viviendas fueron requisadas y hasta las tumbas revisadas para buscar joyas.

Para Fernando Mancero, de la Fundación Bienvenido Guayaquil, estas situaciones adversas hicieron que la ciudad renazca una y otra vez. “Una ciudad que los españoles la fundaron como puerto de Quito, nada más, se convirtió en la capital económica de todo el país, la ciudad más grande y pionera en muchos aspectos”, manifestó el investigador.

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Los guayaquileños eran afectados también por enfermedades como la viruela, escarlatina o la fiebre amarilla.

Una vez consolidada la independencia, en 1820, la primera gran tragedia que afectó a la ciudad fue la epidemia de fiebre amarilla, en 1842. “Había antecedentes de pestes, como la viruela en la época colonial, pero ninguna fue tan devastadora como la fiebre amarilla”, explica el investigador histórico Jorge Aycart.

En septiembre de 1842, uno de los marineros de la goleta Reina Victoria, proveniente de Panamá, contrajo la enfermedad, la que se fue propagando hacia los demás tripulantes.

En la epidemia de fiebre amarilla de 1842 se destaca la labor del gobernador Vicente Rocafuerte, quien lideró las tareas de ayuda a la población. Foto: Archivo.

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Pese a que los ocupantes de la nave entraron en cuarentena, el mal se dispersó en Guayaquil. A los pocos días, varios ciudadanos comenzaron a presentar dolores de cabeza, fiebre alta, escalofríos, además de presentar color amarillo en el pecho y cuello, náuseas.

Los pacientes con cuadros más graves expulsaban vómito de color negruzco, por lo que a esta enfermedad se la conoció como vómito prieto.

Las autoridades sanitarias de la época no pudieron controlar a tiempo esta epidemia y en la ciudad se registraban episodios dramáticos: decenas de muertos a diario, enfermos abandonados en los portales de las viviendas, un hospital de la Caridad colapsado, familiares de fallecidos quemando sus vestimentas en las calles.

En esta epidemia se destaca la labor del gobernador Vicente Rocafuerte, quien lideró las tareas de ayuda a la población. “En el Cementerio Patrimonial están casi todos los familiares de Rocafuerte que murieron en la fiebre amarilla. Y eso hace resaltar su personalidad. Él se quedó al frente de la situación encarando los problemas y arriesgando su vida”, expresó Mancero sobre este episodio.

Para intentar mitigar los efectos de esta epidemia, Rocafuerte dispuso la construcción de un hospital provisional en La Atarazana para aislar a los pacientes, secar los esteros, y edificar un nuevo panteón.

Más de 2.000 personas murieron por la fiebre amarilla en 1842. Ese año, en Guayaquil había 25.000 habitantes. Muchos huyeron a otras zonas.

Al año siguiente, un brote mató a casi 1.600 pacientes.

Meses después, la actividad comercial en la ciudad se reactivó. Los porteños levantaron a la urbe luego de vivir momentos dolorosos y sombríos.

A finales del siglo XIX, Guayaquil experimentó un importante crecimiento económico y urbanístico. Pero entre el 5 y 6 octubre de 1896, un dantesco incendio casi la desaparece.

Las llamas se originaron en el almacén de lencería La Joya, de Manssevitz & Bowski, predio en las actuales avenida Malecón y calle Aguirre, centro, cerca de la medianoche del 5.

El fuego se extendió rápidamente hacia el norte, consumiendo casas ante la impávida mirada de sus dueños, con el dolor de perder todo su esfuerzo de años y el temor a morir quemados esa noche.

Entre el 5 y 6 de octubre de 1896, un dantesco incendio casi desaparece Guayaquil. Foto: Archivo.

Un viento fuerte propició que las llamas se extiendan rápidamente. Algunos ciudadanos se lanzaron al río. El resultado: noventa manzanas destruidas, 1.500 casas consumidas y más de 25.000 personas sin vivienda, es decir, más de la mitad de la población en esa época. La ciudad estuvo a punto de desaparecer.

Pero 48 horas después, los porteños comenzaron a levantar sus negocios y rescatar lo poco que se podía salvar. Con ordenanzas, las autoridades promovieron el uso de nuevos materiales en las construcciones y así se inició la edificación del Guayaquil del siglo XX.

Este 2020 la ciudad sufrió una tragedia: la pandemia de COVID-19, que ha dejado unas 10.000 muertes y crisis económica. Pero los guayaquileños luchan para levantar a su amada ciudad. (I)