Las escalinatas Diego Noboa y Arteta en el cerro Santa Ana son un ícono turístico de Guayaquil para visitantes locales y extranjeros. En 444 escalones se agrupan negocios como cafeterías, bares, tiendas de recuerdos y restaurantes, que intentan recuperarse luego de las pérdidas económicas por la pandemia de COVID-19 en la urbe porteña.
Aunque el cerro Santa Ana es una de las zonas más dinámicas de la ciudad en el presente siglo, históricamente este sector nunca estuvo del todo ocupado con edificaciones.
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Guayaquil se asentó definitivamente en las faldas del cerro en 1547, después de varios años de continuos ataques de los pueblos nativos, y entre los siglos XVI y XVII el cerro actuó como fortaleza ante el ataque de piratas o corsarios, indicó el investigador Pedro Valero.
Aunque existen referencias de que en tiempos coloniales ya había maquinaria de defensa en el cerro, en 1892 se construyó un polvorín en el sitio.
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Debido a la ubicación de dicha edificación y de varias piezas de artillería que le pertenecían a la Brigada Sucre, el cerro tenía una restricción de ocupación civil por razones de seguridad para los moradores.
“En el siglo XIX solamente había ciertas covachas de caña, ciertas casitas”, dijo Valero.
Estibadores, mecánicos, vendedores informales y lavanderas eran quienes ocupaban el cerro por la cercanía a sus lugares de trabajo.
A pocos metros se impone el barrio Las Peñas, donde residieron poetas, políticos, militares y médicos ilustres.
El camino que hoy está marcado por las escalinatas lo atravesaron defensores de la ciudad, pintores y fotógrafos que buscaban tener una visión panorámica de Guayaquil.
En 1918 el polvorín fue reubicado a un lugar más seguro tras una explosión imprevista.
Debido a que ya no existía peligro alguno, los asentamientos poblacionales se extendieron hacia todo el cerro.
“En los años 20 se construyeron las escalinatas en las veredas, mientras que la parte central continuaba siendo de tierra. Con el tiempo se hicieron más anchas”, señaló el investigador Valero.
El nombre de escalinatas Diego Noboa data de los años 70, aunque eran popularmente conocidas como escalinatas del cerro Santa Ana.
Desde otras ciudades llegaron pobladores para asentarse en el cerro Santa Ana. Foto: Archivo.
La migración interna hacia la ciudad en la segunda mitad del siglo XX también ayudó a la población de los cerros, que en poco tiempo se convirtieron en lugares de conglomeración.
“Era un tugurio”, recordó Valero. Y agregó: “Había callejoncitos que se daban para la delincuencia, carecían de servicios básicos y el sector se fue convirtiendo en zona roja”.
En el año 2001, el Municipio de Guayaquil inició un plan de regeneración del cerro Santa Ana, que involucraba la colocación de luces y bancas en la zona, así como reconstrucción de piezas emblemáticas, y la recuperación de las escaleras.
El escalón 1 empieza en la calle Numa Pompilio Llona. En el escalón 123 hay una plaza de descanso y un mirador. En el 384 se ubica el museo El Fortín, donde se encuentran réplicas de elementos que se usaron para la defensa de la ciudad.
Discotecas, karaokes y demás establecimientos de entretenimiento se han hecho su espacio en el cerro, dispersos entre los escalones 10 y 355. Actualmente estos locales están cerrados para prevenir un repunte del COVID-19.
En la parte alta del cerro desde el 2002 funciona el faro de 18,75 metros de altura, envuelto con los colores de la bandera de Guayaquil. Colinda con una pequeña capilla. (I)