Por el año 1650, un esclavo de origen angoleño, que según la tradición se lo llamaba Benito, pintó una imagen de Jesús crucificado en la pared de una casa en Pachacamilla, un pueblo en las afueras de Lima. El que esta obra haya sobrevivido el paso de terremotos como el del 20 de octubre de 1687 o el del 28 de octubre de 1746 es una de las razones por las que es considerada milagrosa.