La jornada empieza en la madrugada. Es duro, dicen, pero la responsabilidad es su motivación. Son los primeros en iniciar la mañana llevando las noticias, los reportajes, los análisis del acontecer nacional, publicados en EL UNIVERSO, el Mayor Diario Nacional, que hoy llega a sus  98 años de vida. 

Ya sea deambulando, en los quioscos, sobre una moto o en un local, la vocación de compartir la información los impulsa día a día. Cuatro colaboradores cuentan su historia. 

Ellos fueron testigos de los momentos en que determinadas noticias hacían que en menos de una hora se quedaran sin periódicos. Entre esos episodios están el secuestro de León Febres-Cordero en la base de Taura, en Guayas;  el triunfo de Jefferson Pérez, en los Juegos Olímpicos, en Atlanta; la crisis bancaria y la dolarización; la caída de las Torres Gemelas en Estados Unidos, entre otros acontecimientos relevantes. 

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También han notado cómo esas ventas han disminuido,  sea por la competencia de otros voceadores, por el  aumento de medios locales en provincias y por la versión digital de EL UNIVERSO. 

Y en el auge de lo digital, la revisión de las noticias en portales web, a través de aplicaciones o en redes sociales, hace que parte de su oficio quede en el recuerdo. 

Sin embargo, afirman, luchan contra lo inevitable. Y aunque han visto a muchos de sus colegas partir, ellos se muestran tranquilos pues les dejan a sus hijos y nietos este legado que marcó  sus vidas: la responsabilidad de ser canillitas y vendedores. Aquí las historias.

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Rosa María López ‘El diario llegaba en el ferrocarril, hacíamos fila para retirarlo’

Una diadema resalta su cabello blanco. Rosa María López  tiene 80 años. Su semblante y atuendo, incluyendo unos zapatos deportivos, reducen esa edad. Se trata de Rosa María López, una de las mujeres con mayor experiencia en la labor de canillita. Ella reside en Guayaquil. Su puesto está en la esquina de las calles Boyacá y Vélez, en el centro, una parada fija para encontrar las noticias. Atiende a sus clientes con una gran sonrisa y hasta con consejos y  abrazos para sus amigos. 

Rosa lleva 63 años vendiendo Diario EL UNIVERSO, oficio que heredó de su madre, María. Ellas nacieron en la provincia de Chimborazo. Ahí, en las calles de la Sultana de los Andes, en 1956, se inició como voceadora, destacando las noticias más relevantes.  En ese entonces, EL UNIVERSO llegaba en ferrocarril a Riobamba. Ella tomaba 200 o 300 al día y los vendía. 

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En 1960 arribaron al centro de Guayaquil. El volumen de venta aumentó hasta 800 ejemplares diarios en fechas en que el acontecer era agitado,  como el secuestro de León Febres-Cordero,  en Taura. 

“Eran las filas para retirar el periódico. Yo me levantaba a las dos. Y a las tres de la madrugada ya estaba haciendo fila, y cinco estábamos vendiendo. El que vendía primero vendía más, ese es el secreto”, explica la mujer. 

Agrega que ese monto en la actualidad disminuyó de forma considerable, ya que hay mucha competencia de venta del periódico, suscripciones y, por supuesto,  los lectores que se han mudado a la versión digital. 

Rosita, o mamá Rosa, como la llaman con cariño sus clientes, dice orgullosa que con su oficio sacó adelante a sus seis hijos. Dos ya no están. Y ella sigue en esta labor. 

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Olga Bonilla: ‘Venderé EL  UNIVERSO  hasta que Dios me lo permita’

Olga Bonilla, riobambeña de 76 años, lleva más de medio siglo vendiendo los ejemplares de Diario EL UNIVERSO. Junto a su fallecido esposo, Ángel Campos, compartió este oficio. Ambos lograron ver cómo la forma de transportar el periódico desde Guayaquil a otras provincias cambió a lo largo de los años. 

Recuerda que su esposo retiraba el periódico en Riobamba, por la llegada del tren.   Los ejemplares salían de Guayaquil en una gabarra hasta Durán. Ahí se embarcaban en tren y se iban distribuyendo en los pueblos en donde había estación ferroviaria. “Había mucha acogida porque, a pesar de la hora, la gente esperaba con avidez el diario para enterarse de las últimas noticias”, rememora la mujer. 

Cuenta que luego del fallecimiento de su esposo estuvo varios años sin ser canillita, pero el oficio lo volvió a retomar hace tres décadas. 

 En ese tiempo, EL UNIVERSO fue el primer medio en sacar fascículos. Y fueron acerca de las 21 provincias que en ese entonces formaban Ecuador. Tuvo tanto éxito que la circulación se incrementó de manera considerable, dice. Y  luego, otros diarios hicieron algo similar por la acogida. 

Ahí EL UNIVERSO llegaba  en transporte interprovincial, pero a las 09:00 y 10:00, incluso en ocasiones hasta el mediodía. Por esa razón, hace unos 20 años, los directivos decidieron hacer llegar el periódico con transporte de la empresa. Allí  se regularizó la entrega a los canillitas, antes de las 06:00. 

En la actualidad, la entrega  de EL UNIVERSO la hace en un local, pero recuerda que antes los distribuidores de los medios locales y nacionales se ubicaban alrededor de la plaza Alfaro para entregar los ejemplares a los voceadores. 

Afirma con orgullo que  la distribución del diario es parte de su vida y su pasión. Su madre y sus hermanos fueron canillitas y junto a su esposo también distribuyeron el producto. Y ella dice que así lo hará hasta cuando Dios se lo permita. En la actualidad, la ayuda su hijo Mario Campos y su hermano Juan Pilco hace la distribución en moto a los suscriptores. Además se reúnen con los canillitas de la zona para compartir momentos.

Susana González: ‘Asumí la distribución del diario en vereda; luego, en quiosco’

Susana González desde los dos años acompañó a su madre a vender periódicos en el puesto que tenía en el parque Cevallos, en la esquina de las calles Sucre y Luis A. Martínez, en Ambato. 

La mujer (59 años)  recuerda que al pasar del tiempo se sintió identificada con su mamá y los canillitas y   tomó la posta. 

La distribución de EL UNIVERSO en Ambato, la capital de Tungurahua, la asumió hace  25 años, cuando era presidenta de la Asociación de Canillitas. Ahí, los ejecutivos de la empresa decidieron confiarle esa gran responsabilidad, dice. 

Recuerda que la distribución del periódico comenzó a hacerla en el puesto que tenía su mamá en el parque Cevallos,  en la vereda, porque en ese tiempo  no había los quioscos. 

“En ese entonces nos parábamos en la esquina y desde ahí se hacía la venta, hasta cuando el Municipio nos construyó los quioscos hace cerca de veinte años”, comenta. 

Luego de que su progenitora falleció, ella tomó la posta. Afirma que el oficio es una herencia familiar, pues en la actualidad la distribución de EL UNIVERSO la comparte con su hijo Fabián López, quien es el complemento para el manejo de la tecnología que se requiere para los registros de la labor que cumplen a diario. 

Cuenta que con el crecimiento de los optativos y de otros productos que con los años sacó el Diario mejoraron las ventas. Ahí  tuvo la necesidad de conseguir locales más amplios para hacer la distribución. En la actualidad está en el centro comercial Lara, en las calles Luis A. Martínez  y Bolívar. 

Se muestra agradecida con la empresa porque la distribución del Diario le ha permitido educar a sus dos hijos, quienes ya tienen títulos universitarios. Y este oficio le ha permitido tenerlos juntos, sin que hayan emigrado como lo han hecho  otras familias, expone. 

Confiesa que levantarse en la madrugada para distribuir el periódico se ha convertido en  costumbre. Y que si se quedara en casa igualmente se despertaría a las 05:00. “Este trabajo me da vida, por eso lo hago con gusto, me siento contenta, esta labor me entrega energía para seguir adelante”, sostiene.

Marcos Morales: ‘Llueve o truene, las noticias deben llegar a los lectores’

Marcos Morales tiene 57 años. Lleva 30 entregando periódicos y  50 familiarizado con sus páginas. Su padre, cuencano al igual que él, empezó con la labor de canillita en el sector de Urdesa, Miraflores y en la avenida Carlos Julio Arosemena, en el norte de Guayaquil. 

Recuerda que su padre viajaba de Cuenca a Guayaquil por este  oficio y en vacaciones él lo acompañaba. 

“EL UNIVERSO fue de mis primeras lecturas, incluso hasta me cobijaba en él de lo pequeño que era y el diario tan grande”, dice con una sonrisa. 

Se unió de forma completa a esta actividad a sus 27 años, por insistencia de su tío, quien incrementó sus ventas del diario con la creciente zona del norte. Luego de eso, en el  2000 se implementó la forma de venta de periódico por suscripción. 

 “Nos reunieron a un grupo de canillitas y nos enseñaron la nueva modalidad. Ahora solo teníamos que repartirlos, nos liberó de la carga económica, porque debíamos de tener capital para comprar los periódicos”, expresa. 

 Cuenta que su jornada empieza a las dos de la madrugada. Primero revisa las notificaciones de los suscriptores del día. Luego envuelven los ejemplares de EL UNIVERSO y los ponen en los sacos. De ahí sale a repartirlos en diferentes barrios de la ciudad. 

“Los primeros años lo hacía en bicicleta. Era la gota gorda. Luego me compré la moto. En el recorrido ya sabemos quién lo recibe en el balcón, quién está a la espera en la puerta, a quién se lo deja por debajo de la puerta”, manifiesta. 

 Sin embargo, el oficio se vuelve complicado para él en  invierno, pese a que usa impermeable y otros artículos. “Al periódico hay que ponerlo en doble funda. Pero llueve, truene o relampaguee hay que dejar el diario al lector”, comenta el hombre, quien acude  en compañía de su esposa. 

 Confiesa que se siente  agradecido, ya que con su esfuerzo y con la oportunidad de ejercer esta labor pudo  educar a sus 4 hijos. También compró una casa en Las Orquídeas, cuando el precio era en sucres y eso era una hacienda. 

 Actualmente  cuida a cuatro de siete nietos, en compañía de su esposa. Y controla su presión. (I)