Recuerda que de pequeño le gustaba mucho ver a la cantante italiana Rafaela Carrá y su cuerpo de bailarines, “pero cometí el error de comentarle a mi madre que yo quería bailar como ellos y en ese tiempo era tremendo ver a estos chicos en malla, fue el horror, nunca más lo mencioné”, dice desde uno de los camerinos del Teatro Centro de Arte (TCA), José Manners Nazareno, guayaquileño de 48 años y desde hace dos director Artístico del TCA, a cargo de toda la programación.

En tanto, José comenzó a alimentar otro de sus gustos, la electrónica, hasta que salió un anuncio en el diario que solicitaban aspirantes a bailarines varones para el ballet de la Casa de la Cultura. “Era la época de Douglas López (ya fallecido), así que cogí una malla de mi hermana y una camiseta mía para la audición y yo, que nunca había bailado ballet, me di cuenta de que era flexible, como querían bailarines varones me aceptaron, tenía 20 años, empecé tarde”, recuerda José, que tuvo que “batallar durísimo” en su casa. “El único que me dio su apoyo fue mi padre, pues como yo era asmático y no podía salir corriendo ni a la esquina de la casa, a él le gustó la idea porque me iba a ejercitar”.

Las mujeres de su casa pusieron los reparos, pero como él ya tenía 20 años y estudiaba Ingeniería en Sistemas en la Espol y trabajaba a medio tiempo le pusieron como condición que no dejara estudios ni trabajo.

Publicidad

Mientras estudiaba danza clásica en la Casa de la Cultura, Douglas López falleció, y recuerda que el interés por formar bailarines varones, que en esa época eran “contaditos”, se diluyó, “pero ventajosamente llegó Lucho Mueckay a la Casa de la Cultura y armó ya no una escuela de ballet sino de danza y fue así como conocí la danza contemporánea”.

En esa época, además de José, se formaron Fanny Herrera, Omar Aguirre, Fernando Rodríguez, entre otros.

Luego de cuatro años en la Casa de la Cultura, el grupo salió y de la mano de Mueckay se formó el Centro Cultural Sarao, pero como José aún “tenía el bichito” por la danza clásica y además no tenía mucho tiempo, pues ya era ingeniero en Computación y un trabajo más formal, se fue al grupo juvenil de ballet del TCA, porque también requerían de varones cuando se hizo el primer Cascanueces.

Publicidad

“Yo tenía muchas deficiencias, no era un bailarín dotado en danza clásica, pero la teatralidad que adquirí en la danza contemporánea me ayudaba en los papeles que me daban, que siempre eran de mucho carácter”.

Comenta que en esa época dirigía el ballet del teatro la maestra cubana Clara Díaz, cuyo hijo, Daet Rodríguez, era el primer bailarín, “lo cual fue muy importante para mí porque por fin pude seguir un modelo de bailarín varón”.

Publicidad

Se considera un hombre tenaz en todas su actividades, “así que me propuse bailar ballet y lo hice”. Participó en cientos de obras, también se formó en teatro con Alejandro Pinto, así como en cuerpos de ballet de Chile y Cuba.

La última obra en la que participó en el cuerpo de ballet del TCA fue Ballet y Tango. Decidió retirarse porque “ya pintaba canas y porque venía una generación mucho más aguerrida”, de la que se dio cuenta cuando ejercía la coordinación del ballet del teatro.

Mientras era el segundo a bordo de Jéssica Abouganem, que dirigía el ballet, sintió la necesidad de involucrarse también en la producción.

Para entonces, después de 15 años se había saturado de su profesión como ingeniero en Computación. Primero le encargaron la dirección artística del teatro y hace dos años le dieron el cargo, y como tal está a cargo de toda la programación, no solo en danza, también música, teatro y literatura. Entre los logros destaca que bailarines que ayudó a formar ahora estén bailando en el exterior, como Jordi Zambrano, Gerardo Freire y Shirley Campoverde, así como de la creación de una tercera sala este año.

Publicidad

Los tiempos han cambiado, dice, y ahora hay más aceptación a que los hombres hagan ballet, “ y lo que contribuyó a ellos fueron los realities de la televisión. Claro que estoy en contra de que la gente crea que ese es el único tipo de danza que hay, pero a favor porque por el hecho de que un conocido de la farándula bailara, la gente comenzó a aceptar que hay hombres que bailan y que no lo hacen mal, que saben cargar a una chica, porque antes la idea de un hombre bailarín era el de uno que se paraba en puntas, vestido de rosa y con tutú.”