El océano alrededor de la Antártida se está acelerando. Un estudio reveló que las corrientes cercanas a la costa podrían volverse un 60% más intensas si los niveles de dióxido de carbono se multiplican, según modelos climáticos de alta resolución desarrollados en Corea del Sur.
No se trata solo de agua moviéndose más rápido. Ese cambio arrastraría calor, nutrientes, larvas de peces y contaminantes a nuevos territorios, alteraría la cadenas alimentarias completas y cambiaría los mapas oceánicos que han funcionado durante milenios. El fenómeno afecta tanto al Ártico como a la Antártida, aunque por razones distintas, reseña el portal Earth.
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¿Qué pasa con las corrientes oceánicas de la Antártida?
En el Ártico, la pérdida de hielo marino es la clave. Cuando el hielo desaparece, el viento empuja el agua sin obstáculos y la energía mecánica se dispara.
Los remolinos se intensifican, la turbulencia aumenta y las corrientes se aceleran. Las simulaciones muestran que bajo escenarios de CO₂ cuadruplicado, la extensión del hielo marino podría caer hasta un 92.8% en invierno.
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Zonas como el Giro de Beaufort y la Corriente Transártica ya muestran señales de mezcla más vigorosa.
En cambio, cerca de la Antártida el mecanismo es diferente. El agua dulce proveniente del deshielo crea gradientes más pronunciados de densidad que empujan con más fuerza a la Corriente de Pendiente Antártica, un flujo que rodea el continente y que ahora corre más rápido en una franja de unos 200 kilómetros desde la costa.
Las consecuencias van más allá de la física. Larvas de peces que antes encontraban rutas predecibles ahora podrían ser arrastradas a aguas donde no sobreviven.
Los microplásticos y otros contaminantes se dispersarán más lejos y más rápido, dificultando la limpieza.
June Lee, coautor del estudio publicado en Nature Climate Change, advirtió que un poco de mezcla conecta poblaciones y favorece el intercambio genético, pero demasiada puede romper ese equilibrio.
Axel Timmermann, otro investigador involucrado, trabaja en integrar la biología a estos modelos para entender cómo los ecosistemas polares responderán al calentamiento.
(I)
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