La historia de la humanidad ha tenido que ser reevaluada tras el descubrimiento de los restos humanos más antiguos en el continente Antártida, considerado el más remoto y gélido del planeta.

De acuerdo a Sustainability Times, el hallazgo fue hecho a mediados de la década de los 80 en la playa de Yámana y deja entrever una narrativa de exploración y resiliencia ancestrales.

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Los huesos, presuntamente de una joven del inicio del siglo XIX, indican que la presencia humana en la Antártida podría haberse dado mucho antes de lo que se pensaba, más allá de desafiar las cronologías establecidas, también genera nuevas preguntas sobre la capacidad humana para sobrevivir en entornos hostiles.

¿Cómo fue el descubrimiento?

El descubrimiento de este cráneo humano, que fue llevado a cabo en enero de 1985 por el profesor de biología y ciencias naturales de la Universidad de Chile Daniel Torres, ha producido interrogantes sin resolver desde hace cuatro décadas.

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De acuerdo a MSN, la muerte de la joven ocurrió entre los años 1819 y 1825, un periodo anterior a los primeros registros confirmados de presencia humana en el gélido continente.

El hombre se percató de la presencia del cráneo humano, que estaba parcialmente enterrado en la arena, cuando recolectaba desechos marinos en la playa de Yámana. Estaba verdoso por el crecimiento de microalgas, pese a su estado, una evaluación minuciosa reveló dos fragmentos maxilares con dientes bien conservados, pero faltaban dos incisivos centrales.

Posteriormente se hicieron nuevas búsquedas en la zona, pero no se encontraron nuevos restos.

La importancia de este descubrimiento radica en que contradice la creencia generalizada de que los seres humanos avistaron por primera vez a la Antártida en 1820, lo que genera preguntas inmediata sobre su origen e impulsando más investigaciones y análisis.

Al analizar detalladamente los restos, se identificó a una joven, posiblemente chilena, que vivió entre 1819 y 1825, un rango de fechas crucial, pues antecede al primer avistamiento registrado en la Antártida por Thaddeus von Bellingshausen en 1820.

Desde este hallazgo, se han producido varias hipótesis sobre el origen de los restos: hay una teoría de que la joven formó parte de un grupo de cazadores de focas del siglo XIX que la abandonó.

También cabe la posibilidad de que haya sido enterrada en el mar, ya que era una costumbre en esa época, por lo que el cuerpo pudo haber sido arrastrado a la playa por las corrientes oceánicas y las tormentas, luego dispersado por aves carroñeras.

(I)

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