Vivir con toda la ropa en una maleta cuando su negocio factura millones dice mucho sobre el peso del trauma. Gisselle Hernández, una emprendedora dominicana, llegó a Estados Unidos de niña sin papeles, creció escuchando que solo aspirara a pagar la renta y, aunque construyó una empresa exitosa, el dinero se le escurría de las manos.
Apenas tenía unos cientos de dólares en su cuenta porque no controlaba las finanzas de su propia compañía. Peor aún, se sentía atrapada en una relación porque creía que no tenía recursos para irse, cuando la realidad era que su negocio ya generaba millones en ventas, refiere Business Insider.
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Tomó las riendas de su vida
El quiebre llegó cuando dejó esa relación y tomó control del dinero que siempre fue suyo. Su madre había sido huérfana en República Dominicana, empresaria que manejaba una granja y guardería hasta invertir en bienes raíces, pero al llegar a Estados Unidos como indocumentadas todo se derrumbó.
Dejó la escuela en noveno grado, trabajó como diseñadora gráfica y casi se resigna a estudiar enfermería hasta que un ensayo universitario sobre el techo de cristal la despertó.
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Escribiendo sobre las barreras que enfrentan las mujeres en los negocios, se vio a sí misma conformándose con lo seguro en lugar de lo que quería.
El despegue vino cuando apostó por ella misma. Gisselle gastó mil 900 dólares de su tarjeta en luces para selfies y las vendió a influencers de maquillaje, algo que nadie hacía entonces.
Hizo 80 mil dólares el primer año y lanzó Glamlite, su marca de belleza que en junio de 2021 vendió más de dos millones de dólares en un solo día.
Hoy su hija elige cada mañana entre distintos autos para ir a la escuela, viven en una casa de seis habitaciones y ella por fin tiene un clóset de verdad donde cabe todo más allá de su maleta.
Ambas están en terapia rompiendo ciclos de violencia doméstica, y aunque está orgullosa del dinero, su mayor logro fue encontrar la fuerza para liberarse.
(I)
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