El primer episodio de la nueva serie de Star Wars producida por Lucasfilm, El libro de Boba Fett, se titula Forastero en tierra extraña y alude no solo al árido planeta Tatooine, sino a lo fuera de lugar que se ve allí un jefe criminal que no cree en el uso innecesario de la fuerza.

Ese es Boba, el nuevo daimyo de Tatooine (el lugar de nacimiento de Anakin Skywalker). Esa palabra ha sido tomada del Japón de los siglos X al XIX. Los daimyo eran poderosos señores feudales. En Tatooine se le llama así al jefe del crimen local, un trono que alguna vez tuvo Jabba el Hutt.

Pero Boba Fett (Temuera Morrison) es un daimyo con ciertas particularidades. Sus viejas heridas y lesiones lo obligan a depender de un tanque de restauración. Y su naturaleza es menos violenta de aquello a lo que los tributarios están acostumbrados. “Debiste dejar que te llevaran (por las calles) en una litera”, le dice su segunda al mando, Fennec Shand (Ming-Na Wen), pero Fett se rehúsa a ir por ahí como “un noble inútil”.

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Pero como Shand insiste, la tradición no solo es un signo de comodidad, sino una demostración de poder, útil en un negocio como el suyo. Durante la recolección de tributos, la actitud de la gente se lo demuestra. Y cuando es objeto de un atentado, los sueños de gobernar en relativa paz se diluyen rápidamente.

Sin embargo, es poco probable que Fett desista, la adversidad no lo perturba, excepto en sus sueños. Este primer episodio narra cómo escapó de las entrañas de una criatura de las arenas y sobrevivió a los ataques de los seres del desierto: el personaje es el símbolo de que, el que resiste hasta el final, alcanza.

Después de todo, de cuatro líneas de diálogos y seis minutos de tiempo en pantalla en la trilogía original, Boba Fett ha logrado convertirse en “el cazarrecompensas más famoso de la galaxia”. (E)