“Agradezco esa infancia infeliz porque me dio material para la escritura. No sé cómo se las arreglan los novelistas que tuvieron una infancia amable en un hogar normal”, escribe Isabel Allende en su libro Mujeres del alma mía, en el que invita a sus lectores a emprender un viaje emocional por sus 192 páginas que repasan su vinculación con el feminismo desde la infancia hasta hoy.

Publicado bajo el sello editorial de Penguin Random House, la escritora recuerda a algunas mujeres imprescindibles en su vida, una de ellas Panchita, su madre, a quien su esposo abandonó en Perú con dos niños en pañales y un recién nacido en los brazos. También rememora a escritoras como Virginia Woolf o Margaret Atwood; a mujeres anónimas que han sido tocadas por la violencia y que llenándose de coraje y dignidad han salido adelante, entre otras más que la han inspirado y acompañado a lo largo de su vida.

A poco tiempo de su lanzamiento, noviembre del 2020, Mujeres del alma mía se sitúa entre los cuatro libros más vendidos en librerías de Ecuador. “Consideramos que fue uno de los libros más vendidos porque Allende es un ícono de la literatura y tiene muchos seguidores en el país”, explica Emilia Borja, coordinadora de comunicación de Mr. Books.

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“Esta obra se siente muy personal (...). Puede ser considerado un homenaje a aquellas que le han inspirado, desde personajes de sus libros y de su vida, hasta mujeres famosas que han marcado un hito”, añade.

Ana Fernández, jefa de Librería Española, coincide en que su éxito se debe a que es una autora amada por sus lectores. “Se trata de un relato íntimo, personal, en el que los lectores pueden identificarse de muchas maneras”, sostiene.

“También habla sobre la situación actual que nos aqueja a todos, la pandemia, el encierro, etc. (...) Crea una relación personal con cada lector”, continúa.

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Mujeres del alma mía es un diario de confesiones reveladas con la honestidad propia de Allende. “Mi enojo contra el machismo comenzó en esos años de la infancia al ver a mi madre y a las empleadas de la casa como víctimas, subordinadas, sin recursos y sin voz”, afirma. (O)