En la pantalla, Oloture, la heroína de la película del mismo nombre de Netflix, es una periodista temeraria que se infiltra en una red de prostitución y trata de personas. Pero Tobore, cuya historia ha inspirado esta producción nigeriana, es solo una sombra de sí misma.

Con su vestido de pata de gallo que le llega por debajo de las rodillas, es difícil imaginar a esta periodista nigeriana recorriendo las calles de los barrios pobres de Lagos, la capital económica de Nigeria, en ropa corta y zapatos de tacón alto.

En 2013 Tobore Ovuorie se hizo pasar por una trabajadora sexual, tras la muerte de una amiga que viajó hasta Europa para prostituirse a través de una red de tráfico de mujeres.

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“Quise hacerle justicia y contar la historia detrás de estas mujeres explotadas” en Occidente, cuenta a la AFP esta periodista de 39 años.

Su objetivo: ganarse la confianza de las prostitutas para que le presentaran a una madama, una de las numerosas proxenetas traficantes que envían a Europa a decenas de jóvenes a trabajar para ellas.

Después de ocho meses de investigación encubierta, Tobore Ovuorie regresó con un relato sobrecogedor acerca del maltrato del que son víctimas las jóvenes, pero también acerca de las orgías organizadas por políticos locales y el tráfico de órganos para crímenes rituales. Su relato, publicado en 2014 en el diario nigeriano Premium Times y la revista de investigación holandesa Zam Chronicles, inspiró a una productora en Nigeria, que lo adaptó para la gran pantalla.

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Poner en el mapa la tragedia del tráfico con fines de explotación sexual

Oloture, que está en Netflix desde octubre, ha tenido un inmenso éxito internacional para una película nigeriana, cuyo cine no se suele exportar más allá del continente africano. “Oloture habla de estos periodistas que van tan lejos en su investigación que terminan siendo ellos los protagonistas”, explica a la AFP el director de la película, Kenneth Gyang: “Pero Oloture pone sobre todo en el mapa a estas mujeres víctimas de los traficantes”.

La trata de mujeres para explotación sexual es un auténtico flagelo en Nigeria, en particular en Ciudad de Benín, en el sur del país, convertida en centro de reclutamiento de mujeres por las redes criminales para llevarlas a Europa.

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Es difícil saber cuántas, pero solo en Italia se cree que entre 10.000 y 30.000 nigerianas ejercen la prostitución, según las autoridades. Decenas de miles de otras nunca han podido atravesar el Mediterráneo y siguen bloqueadas en Libia o en otros países de África occidental, donde los traficantes las engañan, haciéndoles soñar con llegar a Europa.

En la película, Oloture, al igual que Tobore durante su investigación, parte al vecino Benín con una decena de jóvenes. Su madama les promete que en este país empezará su viaje a Europa, y hasta entonces estarán en deuda con ella, una deuda (de hasta 70.000 euros, unos 86.000 dólares) que tendrán que reembolsar cuando lleguen a Italia.

Pero rápidamente se dan cuenta de que el viaje es mucho más peligroso de lo imaginado. En lugar de ir directamente a la frontera, su minibús hace escala en un sórdido campo de entrenamiento en los arrabales de Lagos. Aquí las jóvenes son violentadas y clasificadas entre las forza strada, las prostitutas para la calle, y las forza speziale, que acompañarán a los clientes más selectos.

Un desenlace sin final feliz

En la pantalla, el personaje más impactante es el de Linda, una joven con escasa educación, originaria de un pueblito pobre, que se hace amiga de Oloture. Linda "representa a las mujeres que piensan que su vida será mejor en Europa antes de verse desilusionadas", dice Tobore, que se ha "cruzado muchas mujeres como Linda", durante su investigación.

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Pero más que en Europa, el director de la película se alegra del éxito de la película en Nigeria. "Estamos tratando de ver cómo proyectar esta película en los pueblos donde las jóvenes son susceptibles de irse", dice Gyang. En las redes sociales la película ha sido objeto de debates, sobre todo su desenlace trágico.

"Para la mayoría de estas mujeres no hay luz al final del túnel; entonces, ¿por qué acabar con un final feliz?", dice el director. En la vida real, Tobore logró huir a la frontera con Benín, escapando a la vigilancia de sus traficantes en medio de una muchedumbre.

Han pasado siete años, pero para Tobore la historia no ha terminado. La periodista trata ahora de encontrar a las mujeres con las que iba a viajar a Europa y contar su vida tras su marcha.

La lucha contra estas redes se ha convertido en el combate de su vida. Pero a un precio muy alto. "¿Qué efecto tuvo en mí esta investigación? No soy más que la sombra de mí misma", dice con el corazón encogido. "Trato de sonreír, de estar radiante, pero la verdad es que la mayor parte del tiempo lucho por aferrarme a la vida". (I)