Una mentira piadosa, el talento de un cineasta debutante y una historia violenta sobre miseria humana hicieron posible hace 20 años que el filme Amores perros, de Alejandro González Iñárritu, cambiara el rumbo del cine mexicano. "Esta película nos cambió la vida (...) a nivel personal, a nivel profesional, a nivel artístico", dijo su director durante la inauguración del Festival de Cine de Morelia (centro), donde recibió un homenaje a dos décadas de su estreno.

"Fue una película que nos transformó", agregó González Iñárritu la noche del miércoles 28 de octubre, antes de exhibir la versión restaurada del filme.

El actor Gael García Bernal fingió estar enfermo para volver a México y protagonizar la película de un prestigiado publicista y exlocutor, que entonces se abría camino en la cinematografía de la mano del escritor Guillermo Arriaga.

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Gael "aún no terminaba sus estudios de actuación en Londres, filmó a escondidas", contó Vanessa Bauche, coprotagonista de la cinta.

A su regreso a la capital británica, el actor lucía la cabeza rapada como su personaje de Octavio, por lo que creyeron su simulada convalecencia.

El drama, que entreteje tres historias en medio de un accidente vial y peleas de perros clandestinas en Ciudad de México, llegó ese año al Festival de Cannes, donde se impuso como mejor largometraje en la Semana de la Crítica.

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"País sin cine, país ciego"

El cine mexicano irrumpió desde entonces en el mapa de la cinematografía mundial y no ha parado de cosechar grandes premios en Hollywood y en los más reputados festivales.

Solo González Iñárritu archiva cinco Oscar: mejor película ("Birdman", 2014), mejor director ("Birdman" y "The Revenant", 2015), mejor guion original (2014), además de uno especial a mejor director por el proyecto de realidad virtual "Carne y Arena" (2017).

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En Morelia, el director se posicionó frente a los recortes presupuestales que el cine y las artes en general han sufrido en México en medio de la férrea política de austeridad del gobierno del izquierdista Andrés Manuel López Obrador.

Afirmó que aunque nadie podría "jamás" estar en contra de apoyar a los que menos tienen "un país sin cine es un país ciego". "No podemos permitir que haya pobreza cultural, científica, intelectual, espiritual, tenemos que redefinir eso porque eso es lo que va a prevenir la pobreza (económica) y la desigualdad", agregó.

Sus colegas y amigos Guillermo del Toro, con "La forma del agua" (2018), y Alfonso Cuarón, con "Roma" (2019), también ganaron el Oscar a mejor director.

Del Toro ganó además el de mejor película, y "Roma" fue el mejor filme en lengua extranjera, a lo que se suman varios Globos de Oro.

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Una auténtica revolución que disparó la producción nacional, pues cuando González Iñárritu grabó su ópera prima, en México apenas se hacían una docena de filmes al año. Ahora fácilmente se supera el centenar.

La película permaneció cinco meses en cines y fue vista por más de tres millones. Logró 54 premios y una nominación al Oscar como mejor película extranjera.

"La manera en la que están tratados los personajes tiene una visión muy global de esos mismos ambientes de barrios bajos que se podrían ver en España o Estambul", opina el crítico Rafael Aviña.

Un antes y un después

El éxito de Amores perros es resultado de un buen casting, un guion impecable de Arriaga y la música del argentino Gustavo Santaolalla, además de una banda sonora con varios nombres estelares, añade Aviña.

"Amores perros marca un antes y un después porque la influencia que ha tenido Alejandro en películas que luego ganaron un Oscar también es increíble", afirma Santaolalla.

El pasado como melómano y locutor del realizador, a quien sus amigos llaman "El Negro", fue determinante para que la música se convirtiera en un personaje más en la trama.

"Es muy quisquilloso con los detalles, pero eso me encanta, porque sabes que tiene el corazón y el alma puestos en lo que hace", comenta Lynn Fainchtein, supervisora musical.

El crítico mexicano Leonardo García Tsao evoca el reto que lanzó el cineasta al público previo a la proyección en Cannes.

"Reto a cualquier espectador que en medio de la película tenga ganas de ir al baño a que lo haga; si sucede, le devuelvo la entrada", dijo esa noche. La ovación de pie saldó el desafío. (I)