De la monumental actuación de Al Pacino en El irlandés es aplicable, hoy como ayer, la sentencia que escribió el crítico Larry Cohen sobre la interpretación del neoyorkino en la cinta que lo convertiría en un icono: "El Padrino pertenece a Al Pacino. Todos los demás lo hacen muy bien, hasta los papeles más pequeños, pero él es grandioso". La aspirante a ganar el premio a mejor película del 2019 es absolutamente de Pacino, aun cuando dirige Martin Scorsese y Steven Zailian (premiado con el Oscar como guionista de La lista de Schindler) adapta el libro Escuché que pintas casas, de Charles Brandt.

Es indiscutible que El irlandés arranca oficialmente con la aparición de Pacino hacia el minuto 45. De hecho, antes de que él salga a cuadro, primero se escucha su voz de alto voltaje que irradia toda la energía que vendrá a continuación, cuando irrumpa explosivamente en escena. A partir de ahí confirmará algo que nadie duda: su amplio espectro de posibilidades actorales está intacto, a cuatro meses de cumplir 80 años. Pacino, en el papel de Jimmy Hoffa -el mafioso líder del sindicato de camioneros de Estados Unidos-, acapara la atención porque es fabuloso, intenso y volátil. Extrae lo mejor de su repertorio interpretativo: rabia, desenfreno, a ratos sutileza, otras es un vendaval convertido en persona. Y también consigue ser hilarante en las escasas escenas de humor del filme.

El irlandés, como El Padrino, también pertenece a Pacino, que domina la pantalla a su antojo, y por eso lo tomamos como punto de partida para referirnos al que indudablemente fue el suceso cinematográfico del 2019 -tiene 10 candidaturas al Oscar, entre ellas a mejor película, mejor director y dos de sus tres principales actores están nominados-. Vuelve Scorsese a enredarse con la mafia, el territorio temático en el que mejor se desenvuelve, a tal punto que en ese ámbito esta pieza maestra es su mejor trabajo desde Buenos muchachos (1990). Es, además, la primera colaboración de Pacino con el director.

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Robert De Niro, otro titán del cine (quizás el único que puede discutirle a Pacino ser el mejor de su generación), sale airoso de un mano a mano más extenso con su colega desde aquel duelo inicial en Heat (1995). Y abandona su retiro de una década Joe Pesci, un gigante capaz de absorber por completo el interés del espectador, y aunque ya no es el gángster parlanchín, desquiciado e hiperactivo de Buenos muchachos y Casino (1995), como jefe contenido, silencioso y controlador de todo es acaso más tenebroso. Como bono, en un rol secundario, un intimidante Harvey Keitel. Estas leyendas vivientes demuestran que la época dorada de cada uno no ha terminado y que, a pesar del tono crepuscular de la obra, sus carreras tienen todavía vitalidad.

Otro aspecto relevante de esta cinta, que instantáneamente se transformó en un clásico del cine del hampa, tiene que ver con un hecho revolucionario que podría impactar en la historia del cine: el rejuvenecimiento digital de Pacino (79 años), De Niro (76) y Pesci (76). Netflix contrató a la afamada productora de efectos visuales Industrial Light & Magic, de George Lucas, que creó una tecnología que volvió cuarentones a los tres actores, sin necesidad de protésis ni varios kilos de capas de maquillaje. Y aunque ya se hizo antes, como por ejemplo en El curioso caso de Benjamin Button (2008), nunca de forma tan convincente como ahora.

El irlandés es una saga que abarca, en 209 minutos, cuatro décadas de la vida de Frank Sheeran, un camionero que ingresa casi por casualidad al mundo de la mafia de la mano de Russell Bufalino (Pesci) y termina vinculándose con las altas esferas de una de las más grandes organizaciones criminales de Nueva York. La cinta pone especial énfasis en la amistad entablada entre Sheeran y Jimmy Hoffa, y justamente arroja luz sobre lo que -en teoría- pudo haber provocado la desaparición del sindicalista en 1975, cuyo cuerpo jamás fue encontrado.

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En los últimos años, secretamente, me he prometido no ver la ceremonia del Oscar con la certeza de que no cumpliré. Los chistes tontos de los presentadores; los discursos desarticulados de los premiados -ya se viene el de Joaquin Phoenix, seguro triunfador por su inmenso papel en Joker, que con una mano recogió el Globo de Oro y el de los Screen Actors Guild Awards (SAGs), mientras con la otra se restregaba la cara al tiempo que gruñía algo sin sentido-; los gritos histéricos de muchos ganadores cuando mandan mensajes solidarios al resto del planeta; pero, principalmente, la molestia por las injusticias (por ejemplo, que Taxi driver y Todos los hombres del presidente hayan perdido ante Rocky en 1977 o que Charles Chaplin nunca fuera laureado), son las razones para a veces querer desentenderse del asunto.

Después de disfrutar de El irlandés en el cine, donde se debe ver (aunque es gracias a Netflix que la cinta se hizo porque los grandes estudios la rechazaron), y con dos de sus protagonistas (Pacino y Pesci) y su director (Scorsese) nominados, tengo interés por saber si la Academia los maltratará como sucedió en los Globos de Oro y los SAGs.

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El mejor Pacino resucitó en El irlandés. Es el mismo de El Padrino (1972) y El Padrino II (1974). Sobre esta última, Newsweek dijo: "En esta película Pacino probó que pertenecía a esa rara estirpe de actores capaces de dejar su huella en la historia del cine. Produjo probablemente el retrato más grandioso jamás hecho del progresivo endurecimiento de un corazón". De Serpico (1973) escribió Variety: "Pacino domina toda la película. Su tormento personal interno está claramente detallado". Y de la formidable Tarde de perros (1975), su director Sidney Lumet dijo: "Pacino posee un talento auténtico y puro: un sentido agudo para la verdad. No sabría cómo podría interpretar algo mal". Por todas estas actuaciones fue nominado al Oscar, sin recibirlo.

Ya perdió dos veces este año con Brad Pitt (mejor actor secundario en el Globo de Oro y SAGs), que en Érase una vez... en Hollywood, de Quentin Tarantino, volvió a ser el intérprete almidonado, repetitivo, y sin matices de siempre. Pitt es una estrella; Pacino es un actor y una estrella. Su única estatuilla la ganó, increíblemente, por Perfume de mujer (1992), donde estuvo excedido y sobreactuado. "Llegó al Oscar con una de las actuaciones más absurdas de su vida", criticó Rex Reed en Rolling Stone, quien llamó "estupidez" al filme y desafió a los que opinaban lo contrario a que "lo vuelvan a ver otra vez, pero sobrios".

Grandes actores han sido galardonados por su peores trabajos, pero por su brillante rol de Jimmy Hoffa en El irlandés, Pacino -como Scorsese por esta cinta soberbia- merece un mejor testamento por el cual ser recordado. (O)