En el mundo hay periodistas, cantantes, doctores, abogados, ilustradores y un sin número de personas dedicadas a diferentes oficios que, a lo largo de su carrera, se han sentido como un fraude. <strong>Un impostor que no merece ninguno de sus logros porque los ha conseguido por mera suerte o distintos factores, menos por esfuerzo propio.</strong><strong>Ericka Coello</strong> es una ilustradora guayaquileña que, desde 2009 (momento en que despuntó profesionalmente), a lo largo de su carrera ha asistido a diferentes conferencias y congresos internacionales. De la misma manera, ha expuesto en países como Estados Unidos, México, Brasil y demás.¿Uno de sus últimos logros? Tener la posibilidad de ser galardonada en abril durante la <strong>Bienal del Cartel de Bolivia</strong>. Evento en el que, además, presentará su ponencia: <em>Las mujeres y los cuerpos desidientes en el Ecuador. </em>Coello tiene una carrera en ascenso, pero no lo ve así. Cuando es invitada a dichos encuentros no puede evitar preguntarse: “¿Por qué yo?”.El síndrome del impostor o de fraude "es un desmerecimiento de sí mismo que tiene que ver con una autodevalorización del sujeto”, explica <strong>Juan de Althaus</strong>, psicoanalista y profesor de Humanidades en la Universidad Casa Grande.“No consideran que puede lograr algo y ser reconocido por los otros”, puntualiza.El término fue usado, por primera vez, en 1978, cuando las psicólogas norteamericanas de orientación sicoterapéutica: Pauline Clance y Suzanne Imes, teorizaron que las mujeres eran las únicas afectadas por este síndrome.Hasta que en 1993, Clance afirmó en un ensayo presentado en la Universidad Estatal de Georgia (Atlanta, Estados Unidos) que dicha condición se presentaba en <strong>“toda persona incapaz de internalizar y apropiarse de sus propias conquistas personales”.</strong>¿Cómo surgen estas líneas de pensamiento? La psicóloga clínica y especialista en terapia familar <strong>Nilly Czarninski</strong> señala que son resultado de “un cúmulo de experiencias de menosprecio y descalificación, de crítica y anulación por parte de personas que le son significativas como los padres, hermanos, maestros o compañeros”.<strong>“También tiene su origen en la sobreexigencia (de la persona) y por no saber lidiar con el fracaso y frustración”,</strong> continúa la experta.La única manera de dejar de sentirse como un impostor es no pensar como un impostor. Es decir, replantearse las conversaciones negativas dentro de la cabeza para encontrar “evidencia” de que aquellos pensamientos “no tienen asidero”, subraya Czarninski. (I).