El 16 de junio de 1960, Psicosis se estrenó en la ciudad de Nueva York. Esa noche, el mundo vio el nacimiento de dos cosas. La primera: un nuevo género dentro del mundo del cine que exploraba el suspenso y ansiedad humana de formas no vistas hasta el momento. La segunda: Alfred Hitchcock.

Pero antes de revolucionar la industria, Hitchcock fue otro hombre. Uno que le pertenecía al cine mudo, pero desde ya al suspenso.

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El director cinematográfico, nacido en Essex el 13 de agosto de 1899, construyó los cimientos de su filmografía en la época del cine mudo creando películas como The Lodger, con la cual empezó a labrar su peculiar capacidad para crear tensión y suspenso junto al estilo ‘hitchcockiano’.

Además, la cinta es recordada por ser la primera ocasión en que el director hizo un cameo dentro de su producción. Recurso que luego se convertiría en una insignia característica.

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Su primera película hablada fue Blackmail, un filme rodado originalmente silente y que fue reeditado con sonido. Y antes de dar el gran salto a Hollywood, convencido por el productor David Selznick, con quien firmó un contrato de 80.000 dólares por cinco películas, creó dos thrillers icónicos de la cultura británica: The 39 steps y The lady vanishes, con los cuales exploró, como recursos, el espionaje y la confusión de identidades.

Su establecimiento en EE.UU. dio paso al otro Hitchcock: al ícono. Un Hitchcock que se estrenó en 1940 con Rebecca, una película protagonizada por Joan Fontaine que obtuvo 11 candidaturas a los Óscar.

Ahora, cuando hubiese cumplido 120 años, cineastas como Jordan Peele con su filme Get out o David Fincher con Gone girl y su notable influencia en sus producciones, dicen que, pese a tener como fecha de defunción el 29 de abril de 1980, Alfred Hitchcock no ha muerto.(D)