Miguel Antonio Chávez, escritor guayaquileño, radicado actualmente en Canadá. Tiene una amplia producción literaria especialmente en el género del cuento, una de sus últimas obras es la novela Conejo ciego en Surinam publicada en el 2013, seguidor de lo fantástico y de mundos extraños, Chávez disecciona mediante este diálogo la obra 1984 de George Orwell. 

¿Qué significó para ti leer 1984 de George Orwell?

La leí en mi época de licenciatura y me resultó una fabulación política, si bien sofisticada, un tanto alejada a aquello que entonces comprendía como realidad social. Sin embargo, no fue sino hasta que estuve en contacto con novelas como “Fahrenheit 451” de Bradbury o “Mañana, las ratas” de José B. Adolph, y películas como “Brazil” de Terry Gilliam o “Sleep Dealer” de Alex Rivera, que pude valorarla mejor en cuanto al género al que pertenece, la distopía. Hace unos meses conseguí “Nosotros”, de Yevgueni Zamiatin, el papá de “1984” y me pareció incluso más fascinante que esta. (La novela de Zamiatin pasó décadas proscrita por el régimen soviético). Disfruté un poco más “Rebelión en la granja”, del mismo Orwell, por su acercamiento satírico al totalitarismo.

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El mundo que refleja la novela de Orwell es un futuro dominado por el burocratismo, la tecnología que esta presente hasta en la intimidad del hogar, incluso hay una especie de policía del pensamiento, todo diseñado para detectar disidentes. Hoy en este nuevo siglo, donde vivimos una revolución tecnológica, donde las telecomunicaciones nos permiten informarnos en cuestión de segundos de lo que pasa en el mundo, cuando los cables de Wikileaks nos han permitido conocer los más profundos secretos de las grandes potencias, ¿crees que el universo Orwelliano ya no es parte de una ficción sino de una angustiante realidad?

Me siento más cercano a las palabras de Emmanuel Carrère: “estamos viviendo el mundo que imaginó Philip K. Dick”, sobre todo por lo que se viene en inteligencia artificial. Y diría que a ratos es ese mundo, más el absurdo tecnocrático logrado por Gilliam en “Brazil”. Orwell tiene su lugar, pero tampoco olvidemos que el burocratismo, la tecnología y la explotación fue abordado mucho antes por Karel Čapek en su obra teatral “R.U.R.” Y gracias a otro célebre checo, Kafka, pudimos sumergirnos en la opresión sicológica de la burocracia.

En R.U.R de Karel Čapek se evidencia la opresión de la sociedad por el uso de la tecnología. Internet.

Fascismo, patriarcado, sexualidad, dominación totalitaria, desastres apocalipticos, devastación ecológica, están reflejadas en obras como 1984,  Farenheit 451 de Ray Bradbury, Un Mundo feliz de Aldous Huxley, Blade Runner de Phillip K. Dick,   El cuento de la criada de Margaret Atwood, La carretera de Corman Mccarthy o Los juegos del hambre de S. Collins, ¿qué nuevos escenarios crees tú que la literatura de ciencia ficción puede abordar, o ampliar?

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Todos. No hay límite. Ni siquiera un género debería imponerlos. Ahora bien, discreparía un poco en llamar ciencia ficción a las historias distópicas, ya que estas se caracterizan por mostrar una sociedad ficticia en un futuro cercano en donde se evidencia algún tipo de régimen totalitario o de opresión social. Lo tecnológico puede estar, pero no es lo central, como ocurre en la ciencia ficción. Hay estudiosos que incluso problematizan la definición de ciencia ficción y prefieren llamarla ficciones especulativas, en donde el sci-fi es un género entre otros como la distopía y la ucronía. Me gusta una clasificación que hace Antonis Balasopoulos sobre las distopías. Por ejemplo, aquellas de represión autoritaria (como las obras de que citas de Orwell, Bradbury y Atwood, así como la de Zamiatin y agregaría “Children of men”, la novela y la película), las de contingencia catastrófica (como “La guerra de los mundos” de H.G. Wells o Abecedario del Rif, de Angélica Gorodischer) y las del tipo nihilista (la obra que citas de Philip K. Dick, “Tokio ya no nos quiere” de Ray Loriga).

¿Porque crees que tanto el cine como la literatura prefieran los escenarios distópicos a enfocarse en ambientes más optimistas? ¿será que el hombre en el fondo por naturaleza es un pesimista empedernido?

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Yo vivía en Nueva York cuando Trump ganó las elecciones y de cierta forma pude sentir el shock emocional y la tensa incertidumbre de la mayoría de neoyorquinos. Desde ahí sentí que la distopía estaba viva en la calle y ya no solo en las páginas o en las escenas de una película o serie. Justo por entonces seguía con entusiasmo la famosa ucronía de Philip K. Dick adaptada a una serie de Amazon, “El hombre en el castillo”... Quizá como humanidad nos atrae llegar hasta los límites, sin importar las consecuencias. Lo podemos ver en los imperios través de la historia. No creo que sea una excepción ahora. Incluso podría ser peor: codicia más calentamiento global.

¿En la literatura ecuatoriana a quienes puedes señalar que se inclinen por la distopía como vehículo para expresar la angustia que sentimos por un futuro cada vez más incierto. Tú tienes una novela que tiene ese ingrediente futurista y conspiratorio que es Conejo Ciego en Surinam?

Gracias al estudioso Iván Rodrigo Mendizábal, investigador de ciencia ficción y distopías ecuatorianas  conocí una pieza teatral de Demetrio Aguilera Malta llamada “No bastan los átomos” (1954). Curiosamente, la única copia de esa obra se está apolillando en la Casa de la Cultura de la Cultura y gracias a la gentileza de Marlene Barriga la tengo escaneada. De lo que conozco, hay mucha más tradición de ciencia ficción o ‘fantaciencia’ que de la distópica. Así, en la primera, está Manuel Gallegos Naranjo a inicios del siglo 20, Carlos Béjar Portilla y un libro de cuentos de Alicia Yánez Cossío en los años 70; y Santiago Páez en los 90 hasta la actualidad. Distopías como tales podrían considerarse, en parte, “Crónicas del Breve Reino” y también “Ecuatox”. Leí también un cuento de Marcela Ribadeneira, “Perros de Chernóbil”. Acerca de “Conejo ciego en Surinam”, pensé conscientemente en un homenaje al sci-fi, pero de forma acaso más alegórica, más cercano a una fantasía mítica. La mirada satírica a lo conspiratorio me resultó más motivante al momento de escribirla. Afortunadamente, hasta ahora, no me he metido en problemas con el Mosad.

¿Como ve Miguel Antonio Chávez el futuro de Ecuador y el mundo? ¿ optimismo a la Bradbury o pesimista al estilo Orwell?

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Somos ahora una distopía viviente. Los gobiernos totalitarios y las ideologías de odio vuelven a cobrar protagonismo. Todo gran aparato propagandista que resurja revive tanto a la policía del pensamiento de Orwell como a Goebbels. Tengo, por cierto, inédita una novela distópica que vengo reescribiendo desde hace un tiempo. Trata de un Ecuador que ya no se llama Ecuador, y que vive en un régimen teocrático, gobernado por un civil fanático religioso que se dice pariente de nuestro más famoso déspota ilustrado del siglo 19. Siempre quise escribir una distopía y me lancé a ello. Curiosamente hoy, que vemos que se destila tanto odio por la marcha en contra del matrimonio igualitario, me pregunto si en verdad hemos aprendido de la separación de iglesia y Estado que nos legó el alfarismo. Qué vergüenza que no haya sido así. (I)